Escrito por: Álvaro Hernández Montes Fotografía: Willy Ronis Una pizca de genialidad y dos de locura, la más bella utopía, la inalcanzable libertad. Si por algo se caracteriza es por ser una serendipia contradicción, en la búsqueda de la misma se encuentra la perdición de ella. En pocas palabras cuanto más alcanzas la libertad, más lejos te encuentras de ella.
Mucho se habla, y con pasión de esta palabra, y aunque en cierta manera sea algo inefable la realidad es que es una capacidad de elección; pero en el sentido más amplio. La libertad es lo que nos permite ser dueños de nuestra propia realidad, es coger en sí mismo la correa de la vida y marcar una ruta y dirección. No obstante, la libertad es volátil e inconmensurable, no existe en términos absolutos, pero tampoco es del todo relativa. Nunca podremos decir que la libertad son cadenas rotas para el preso, ni voz para el pueblo; porque una vez alcanzadas, la libertad será algo aún mayor. Es por ello que la búsqueda es eterna, una verdadera utopía que nunca termina y es insaciable para el ser humano. Pero, ¿por qué nos atrae tanto si nunca la alcanzamos? Quizá la respuesta a esto se haya en que se percibe, en que existe una epifanía cuando conoces una situación en la que alguien consigue superarse a sí mismo controlando más de cerca el nudo de la eterna correa que nos tiene atados. No valoramos más libertad que la que no conocemos, y tampoco valoramos, en gran medida, la libertad que ya tenemos; solo valoramos la libertad que ansiamos, buscamos y podemos alcanzar. Un ejemplo de esto es que una persona de del siglo XVIII no buscaba una libertad que no conocía como el acceso a internet (que puede otorgarme la libertad de escribir sin tener que preocuparme de la tinta), pero tampoco valoraba la libertad de poder cultivar sus propias tierras (avance que se obtuvo hace millones de años). Por ello el término libertad sólo se designa cuando apreciamos que puede haber algo nuevo o que no tenemos, como en este caso la revolución francesa, conocida como libertad porque los ciudadanos consiguieron obtener mayor poder en las decisiones del estado, un tipo de libertad que describieron los ilustrados. Fácil de ver una vez obtenida, pero… ¿Cómo se alcanza? En mi humilde opinión hay una receta: una pizca de genialidad y otra más grande de locura. Genialidad entendida como conocimiento y comprensión de la realidad, pues solo alcanza la libertad quien conoce que puede existir esa libertad. Por muy popular que sea, un pájaro no es libre (o más bien no es del todo o tan libre como…), porque su conducta está mayormente prefijada por un temperamento de su genética y especie. Él no es consciente de ser consciente, él vuela por necesidades biológicas como la emigración por temperatura, pero él nunca se preguntaría qué hay más allá del Sol y volaría para comprobarlo. Como bien se conoce “la verdad os hará libres”. El conocimiento suele conllevar mayor comprensión y cuanto más entiendes el mundo que te rodea, más puedes intentar alcanzar realidades que te permitan tener una mayor decisión sobre tu vida. Por el contrario, cuanto más conoces, más te queda por conocer y esa búsqueda tanto de sabiduría como de libertad no es tan finita como parece. Y por último, el ingrediente estrella, la locura. Solo roza la libertad quien no tiene miedo a romper con lo establecido, quien rompe los cánones o reglas, o al menos no se deja guiar por ellas; esos pequeños locos cuyo comportamiento nos resultará extraño pero es el más libre. Al igual que antes, el pájaro no solo ha de conocer la realidad para volar hasta el sol, también ha de poner un poco de locura en su acto y acabar convirtiéndose en un Ícaro más. Es cierto que el conocimiento es necesario, pero existe una serie de normas que impiden ciertas veces el desarrollo de la libertad. Pese a que nosotros tengamos la capacidad de hacerlo, nos cohíben los juicios que hagan de nosotros, o las repercusiones que habrá a posteriori. Es por ello que tan solo un bien denominado loco, alguien con el valor suficiente para romper con lo establecido sin pensar en las consecuencias, es quien consigue sobreponerse a las limitaciones, y metafóricamente volar hasta el Sol para ser quemado al igual que Ícaro, y morir, pero morir en libertad. La genialidad y la locura a partes iguales hacen al hombre libre, pero cuanto más libre sea, más preso se dará cuenta que es, e inconformistamente más genio y loco. Esta utopía inalcanzable acaba siendo viciosa para el ser humano, y es por ello que hay que entender que nunca seremos libres, pero tampoco seremos presos, en ese bonito valle es donde recae la vida, en ese bonito valle recae la libertad.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Categorías
Todo
|