Escrito por Teresa García de Santos Fotografía: Louis Faurer Mi corazón es extraño. Despierta en la oscuridad de la noche. En la soledad de mi cama. Pero no lo hace poco a poco. No se toma su tiempo para levantarse. No. De golpe se quita la sábana, el edredón y la colcha. Y se pone en pie. De un salto. Y en vez de las zapatillas de estar por casa escoge los tacones. A mi corazón no le gusta pasar desapercibido, sino hacer ruido. Que se le oiga bien, que se le escuche mejor. Y como comprenderéis, nunca habla en susurros. Mi corazón por las noches, especialmente, grita. Grita porque no quiere ser admirado, sino elegido y querido. Tal como es, incondicionalmente y hasta en el más mínimo detalle. Grita porque quiere ser correspondido. En todo su deseo. Grita porque siempre quiere más. A veces tengo la tentación de acallarle. Intento contarle un cuento para que se vaya a dormir. Y la situación solo empeora. Quizás tengo éxito un día, pero al siguiente lo hace con más fuerza. Así que últimamente he optado por dejarle gritar. Y no parece cansarse de ello. ¡Menos mal!
Mi corazón es extraño, lo sé. Aunque sé que no es el único.
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