Escrito por: Isabel Bolio Soy a lo que alguna vez llamaron “un puñado de células”. Soy desde antes de estar, soy nueve meses más de los que me contaron. Soy un gemido incontrolable a media noche. Soy un par de ojos azules curiosos. Soy los primeros pasos, pequeños y temblorosos, en la alfombra de mi casa. Soy todo eso que fui y que sigo siendo.
Soy un diente caído y una sonrisa chimuela. Soy el desvelo en noche buena. Soy el raspón, soy la caída, soy la lágrima y soy porque me levanté. Soy el eco de las risas en el patio de recreo. Soy el susurro del perdón que le pedí a una amiga, ese que aun regresa de vez en cuando. Soy la pena, tensa pero humilde al ser regañada frente al salón. Soy el orgullo de sacar la mejor nota en español. Soy un azotón de puerta y soy el enojo de pubertad. Soy la rebeldía encarcelada. Soy la incomprensión. Soy mientras siga siendo. Soy lo nuevo. Soy lo bello. Soy lo que hizo que él me viera. Soy la ‘manita sudada’ en recreo. Soy el primer beso. Soy el recuerdo de la primera flor. Soy la sonrisa enmarcada, jamás olvidada. Soy, toda yo, en una canción dedicada. Soy todo eso pero también soy el miedo al oír un ‘perdón pero la gente cambia’. Soy el ‘crack’ que se oyó cuando un corazón se rompió. Soy las lágrimas. Soy el adiós. Yo soy porque no me detengo. Aunque a veces no me guste aceptarlo, también soy lo cotidiano. Soy lo repetido, día tras día sin cambio alguno. Soy lo aburrido. Soy tareas infinitas. Soy la recopilación de minutos lentos. Soy tardes desgastadas. Soy la rutina. Soy una más que se pierde entre la humanidad. Soy la definición de lo irrelevante. Pero soy… y eso hace toda la diferencia. Soy sorpresa, soy incertidumbre, soy ingenuidad, soy destreza, soy libertad, soy cambio y soy lo inesperado. Soy lo nuevo. Soy todo lo que hace que este mundo nunca se canse de ser. Soy un rastro del calor de verano. Soy un par de escalofríos sentidos por el agua fría del mar. Soy pelo dorado al rayo del sol. Soy olor a sal. Soy las playas que se impregnaron en mi piel a través de los años. Soy el frío y la fogata de invierno. Soy el bosque. Soy un fin de semana en la montaña. Soy colores, soy recuerdos en forma de artesanías todavía guardadas al fondo de un cajón. Soy una ‘callejoneada’, y alguna serenata. Soy vestidos bordados, soy canciones, soy comida, soy olores, soy gritos de ‘¡viva México!’. Soy mi patria, la que he llevado conmigo cada vez que piso fuera de ella. Pero también soy un poco del resto del mundo. Soy un poco de Londres y un poco de España y de Praga por decir algunos lugares. Más que nada soy de quienes me recuerdan ahí. Y es que al final no soy nada, sin ser de los demás. Soy lo que aprendo. Soy lo que crezco. Soy lo que dejo de ser para ser algo mejor. Soy el querer volver a ser quien era. Soy quien era. Soy en potencia. Justo ahora soy salones, soy el viento, soy una mirada, en este instante soy pasos apresurados, soy risas, soy un solo rayo de sol, soy una bata blanca más entre las multitudes, soy todo lo que ya he sido pero además soy consiente. Sé que soy y por eso soy más de lo que fui. En este instante sé que aunque quiera no dejaré de ser. Soy todo esto y seré el resto para siempre.
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