Escrito por: Sylvia de Carlos Fotografía por: Ruth Orkin Desde mi ventana te veía pasar. Admiraba cómo el viento acariciaba con un soplo a los árboles que se movían como si de un baile lento se tratase. También veía cómo el sol asomaba por las mañanas, y cómo se escondía cuando llegaba la noche. Veía a la gente pasar con sus caras llenas de diversas expresiones. Siempre me ha encantado imaginarme qué es de su pasado, a dónde van, de dónde vienen, con qué sueñan, en qué piensan, a quién aman... A veces pasabas tan rápido que apenas te llegaba a percibir durante el día. Si es que a veces iba acelerada a todos lados... Y se me olvida que tú eres un regalo y no un esclavo de mis deseos y anhelos, que no puedo exigirte porque no me debes nada. Cuántas veces me arrepentí de no haber hecho tantas cosas, cuántas veces he sido impaciente y no te he cuidado. Pero a la vez, cuánto he disfrutado del instante presente, de una conversación, de un paseo...
Me costó entender que cada cosa tiene su ritmo, que no puedo pretender abarcar todo, pero sí puedo aprovechar cada instante que me regalas, que aún puedo seguir admirando la belleza de tantas cosas buenas que me ofreces. Supongo que así eres tú, que no entiendes de ideas, de sueños, del querer. Es el tiempo quien arrasa con todo, y el que da sentido a todo.
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