Escrito y fotografía por: María Palos Pereira A veces se me olvida que el mundo gira. Y entonces, un día como hoy, miro al cielo y observo las nubes moverse más rápido que nosotros. Avanzan con celeridad, atravesando la atmósfera.
De pronto, atisbo la diferencia de ritmos y velocidades a las que se mueven mi mundo y ese de arriba. Desde este ángulo puedo contemplar la riqueza de la calle en plena hora punta. Personas solas, en parejas o grupos. Los coches avanzan, los semáforos cambian de color, los árboles se agitan con el viento. Todo corre, cada objeto y persona en su dirección. Y, sin embargo, se aprecia una cierta armonía. Hay orden, hasta entre aquellos que van en direcciones opuestas. Parece que está todo controlado. Ahora elevo la mirada. Y ahí están las nubes. Moviéndose también, pero a su ritmo. En su propia dirección, ajenas a todo lo que pasa aquí abajo. Parece que existen en otro tiempo. Como si todas nuestras prisas, nuestro orden, nuestros planes, fuesen indiferentes a ese escenario. Y, sin más, mi pequeña realidad se contextualiza.
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