Fotografía: Carles Ribas Gregorio Luri es filósofo y pedagogo. Nacido en Azagra, Navarra. Conocimos a Luri al escucharle hablar sobre la familia. Uno de sus libros se llama Elogio de las familias sensatamente imperfectas. Nos encantó: sensatamente imperfectas. ¡Qué respiro! Su último libro: La escuela no es un parque de atracciones. Teníamos muchísimas ganas de entrevistarle porque podíamos intuir en él una sencillez, profundidad y sentido común muy poco comunes, a los que queríamos acercarnos. Nuestra intuición estaba en lo cierto. En esta entrevista nos habla del pundonor, la infancia y nuestras heridas, el milagro de la amistad y la importancia de una inteligencia práctica. Nosotras acabamos de entrevistarle con una amplia sonrisa. Ojalá tú también al leerla. ¿Qué hay de su familia en usted, qué peso tiene en su vida? La familia la llevas contigo en lo bueno y en lo malo, para siempre. Las primeras imágenes de las que te impregnaste en tu infancia son los cimientos sobre lo que se ha construido todo. No puedes renunciar a eso. Tendrías que derruir toda tu vida para desmontar esas imágenes de la infancia. Los olores, los sabores, las imágenes, los recuerdos, las caras, las canciones. Mis sueños siguen poblándose de aquellas cosas. Con respecto a mi familia: yo soy de una familia muy humilde y además con una experiencia traumática porque mi padre se murió cuando yo tenía cinco años. Esa es una herida que te acompaña también de por vida, que no cauteriza nunca. Mi idea central cuando hablo con las familias es la siguiente: los padres por mucho que quisiéramos no podemos legarles a nuestros hijos el libro de las respuestas a todos los problemas posibles, no existe además tal libro; pero sí podemos mostrarles algunos ejemplos valiosos y esto sí que les va a acompañar. Yo, por ejemplo, estoy muy orgulloso del ejemplo del pundonor, del trabajo bien hecho, de que a inteligente te puede ganar otra persona pero que a trabajador no puede ganarte nadie. Estoy muy agradecido de la dignidad con la que se puede llevar la pobreza. Tú puedes ser pobre pero eso no justifica la suciedad. La idea de que la educación está para ampliar los límites de tu familia. Recuerdo una frase que mi madre me decía: “hijo mío, estudia para que puedas presentarte en cualquier sitio”. La capacidad para relacionarte con naturalidad tanto con los que son mayores que tú como con los que son menores que tú, o dicho de otra manera, con los ricos y con los pobres, es la clave de una persona educada. Hablaba usted de las heridas de la infancia y de su compañía durante toda la vida. ¿Cómo acogerlas y curarlas? Esas heridas no se curan nunca. Lo que puedes hacer con tu vida es compensarlas con otras experiencias. Tú no puedes hacer que tu padre resucite. Eso está ahí con todo lo que hay, pero sí puedes tener una relación de amistad con un grupo amplio de personas, puedes organizar tu familia de la manera más cordial posible. La vida, hay que asumirlo, es una tragicomedia. Tiene elementos trágicos y están ahí, forman parte constitutiva de la vida. Vosotras, entre los temas de los que hablais, habéis señalado dos: la muerte y la belleza. Me parece precioso. Desde mi punto de vista, las dos cosas van unidas porque precisamente saber que estamos rodeados por cosas que la muerte ha tocado, que son efímeras y frágiles, es lo que nos permite experimentar, en toda su profundidad, su belleza. Somos frágiles y tenemos heridas y están ahí. E insisto en que las heridas de la infancia te acompañan siempre. Pero puedes no limitar tu vida a un lamento por las heridas de la infancia. Crecer quiere decir acompañar eso con experiencias de alegría, de gozo, de disfrute, de plenitud… con lo cual esa tragicomedia de tu vida va llenándose de elementos cómicos, divertidos y experiencias plurales. En su experiencia, ¿qué es lo más difícil de ser hermano? El interior de la familia es un sistema psicoafectivo muy potente en el que realmente estamos desnudos frente a los otros, frente a nuestros hermanos. Por tanto, sabemos perfectamente cuales son las cosas que les podemos decir para herirles profundamente. Y, por tanto, dentro de la familia se puede ser muy cruel. Esa intimidad psicoafectiva, como en todas las cosas humanas, a veces las utilizamos para bien y a veces para mal. Pero saber aceptarnos por encima de todo esto, entender que podemos querer a una persona siendo consciente de sus defectos, ese es el mayor aprendizaje que nos puede prestar una familia: que podemos conocer los defectos de nuestros hermanos y quererlos. Entonces entendemos que ellos hacen lo mismo con nosotros, que hay cosas de nosotros que no les gustan y que sin embargo nos quieren. Y a la hora de la verdad, ¿qué mayor fortuna podemos tener en esta vida que encontrar fuera de la familia a alguien que nos quiera de verdad, que nos quiera conociendo nuestros defectos? Cuando eso ocurre, te ha tocado la lotería. ¿En qué sentido le ha obsesionado la perfección? ¿Qué implica el elogio de la imperfección como alternativa? La perfección no me ha obsesionado nunca. Nunca he pretendido ser perfecto. Sí me ha preocupado mucho ser un poco menos imperfecto, sabiendo que lo que es tu vida nunca está completamente en tus manos. La vida es más grande que cualquier conceptualización que podamos hacer de ella y por tanto siempre nos sorprendemos a nosotros mismos, para bien y para mal. Siempre nos descubrimos actuando o diciendo algo que sabemos que no debiéramos haber dicho o hecho. Pero al revés también: siempre nos descubrimos haciendo o diciendo cosas de las que nos sentimos orgullosos. Creo que la clave de una vida moral es intentar recomponer los fragmentos de lo mejor que hemos sido, de todos aquellos fragmentos de nuestra vida de los que estamos orgullosos porque hemos estado a la altura de lo mejor que hemos podido llegar a ser. Intentar recogerlos para dar forma a una imagen unitaria de nosotros mismos, que nos sirva como modelo. Porque si en un determinado momento y circunstancia hemos actuado bien, vamos a intentar reagrupar todas aquellas experiencias de lo mejor de nosotros mismos para formar un modelo de lo posible de nosotros mismos y que sea la guía moral de lo que somos. Creo que Kant tenía razón cuando decía que no podíamos ser morales fragmentariamente. Para ser moral hay que serlo íntegramente. Ese es el reto para mí. No se trata de la perfección, sino de buscar en cada caso lo mejor que puedes dar de ti mismo. Si te conoces un poco, y yo tengo el deber de conocerme un poco, sé que en los años que me quedan de vida aún habrá un montón de experiencias en las que me avergonzaré de mí mismo y también en las que me sentiré muy orgulloso de mí mismo. Hay que moverse sin demasiado dramatismo y gesticulación entre ambas cosas porque al final, la naturalidad con la que uno se lleva a sí mismo también es un valor. ¿Cómo hacer para que en la familia lo importante -el hecho de querernos- pese más que lo anecdótico -lo que no nos gusta del otro y nos duele-? Tenemos que constatar que hay familias autodestructivas. Más aún: que el peor infierno para una persona, especialmente para un niño, puede ser una familia autodestructiva. Hay padres muy crueles, hay personas que no saben quererse y cuando se juntan, se hacen daño unos a otros. Yo creo que la manera de salvar una familia es saber disfrutar de manera consciente y voluntaria de lo mejor de sí mismo. ¡Mira qué bien lo hemos pasado este día! Si lo hemos pasado bien, ¿por qué no repetirlo? ¿por qué no intentar que haya más días así? Y cuando tenemos un día en el que todo sale mal y quisieras que tus padres fuesen de otro planeta y tus hermanos de otra generación y tú misma de otra forma, saber tener la suficiente inteligencia práctica como para saber que esa experiencia pesimista que tienes de todo no es real, o que es real fragmentariamente. La inteligencia práctica, que es la inteligencia de verdad, la más propiamente humana, lo que los antiguos llamaban “prudencia”, es la capacidad de saber aprovechar la situación valorando las cosas buenas y malas. Es muy fácil hablar de ella y muy difícil practicarla por una sencilla razón: dentro de la familia los ejemplos tienen mayor peso que las palabras. Nuestros padres nos dan consejos maravillosos, pero a la hora de la verdad, lo que se nos quedan son sus ejemplos. Y los ejemplos tienen valor cuando son espontáneos. En la familia se educa cuando nadie sabe que se está educando, cuando se es espontáneo. Cuando ves que tus padres espontáneamente son así y eso que son te resulta atractivo, ahí está el valor. Pero, ¿cómo consigues que esas familias autodestructivas, espontáneamente proporcionen buenos ejemplos? Yo no tengo la respuesta. ¿Cómo ser adulto sin dejar de ser niño? ¿Cómo ser padre sin dejar de ser hijo? El niño que tú eras siempre te va a acompañar. Ser adulto es saber que tienes que comportarte como adulto y, por lo tanto, que cuando tu hijo hace algo que tú sabes que hiciste también y que es natural que lo haga por la edad que tiene, tu papel como padre no es decirle qué bien, yo también lo hice sino eso está mal hecho. Tienes que compensar esa espontaneidad de la juventud con algún tipo de experiencia. En general, el niño es el ser que tiene más energía que experiencia y hace cosas de las que se sorprende porque no es consciente de las consecuencias de su espontaneidad. Ser adulto es casi lo contrario: eres más prudente porque vas coartando tu espontaneidad pensando en las consecuencias, lo cual también es un defecto. Pero tu papel como adulto es compensar con tu experiencia la espontaneidad del niño. No estás para ser su colega sino para otra cosa. Frente a la imagen romántica y utópica de la infancia, es una etapa compleja, con muchos miedos. El niño necesita aliados fuertes para combatir sus miedos, y el hecho de saber que en la habitación de al lado hay un aliado fuerte, es un elemento de estabilidad psicológica. Más aún, el niño necesita saber a su manera que en la habitación de al lado hay una historia de amor, porque eso le permite saber que si está en peligro y necesita amor, va a tener unos brazos abiertos. Por eso es importante que el adulto no esté permanentemente jugando el papel de niño con sus hijos. Los niños reclaman una imagen de autoridad que no quiere decir de miedo, sino lo contrario; una imagen de autoridad que te proporcione confianza y seguridad. El niño también necesita que haya un adulto que pegue un golpe encima de la mesa y diga hasta aquí hemos llegado, esa pelea que tenía con tu hermana se ha acabado porque si no no acabaría nunca. Que alguien diga que se ha acabado con autoridad es lo que te permite recomenzar. Y no siempre se necesita explicarlo todo. Los límites son terapéuticos. Tienes que crear un espacio lo suficientemente amplio como para que los niños puedan moverse en libertad, pero al mismo tiempo tienen que saber que hay límites que no pueden traspasar. A medida que van creciendo, se van ampliando, pero debemos saber que hay cosas que no podemos hacer delante de nuestros padres, porque para eso tenemos a nuestros amigos. También tú esperas que tus padres no hagan y digan ciertas cosas delante de ti porque quieres que sean un referente y que no te defrauden en su conducta paternal. Llevamos el niño que éramos, pero también llevamos experiencia con nosotros. Si pudiera dejarles a mis hijos lo más valioso que tengo con la certeza de que sabrían apreciar su valor, les legaría mi convicción de que es inútil salir a la calle si no vuelves a casa con un nuevo amigo (1) ¿Por qué? La amistad para mí es absolutamente esencial, la cordialidad en el trato y la amistad. He tenido la suerte de ser una persona a la que no le cuesta demasiado establecer relaciones con los demás. Y eso te ayuda muchísimo en la vida. Corto muy pronto con las personas que me parecen tóxicas o negativas, creo que no hay que perder mucho tiempo con ellas. También os tengo que decir que no tengo miedo a la hora de asumir retos. Siempre he visto los retos como una oportunidad, como una aventura, no tengo miedo: sé que mi obligación es no decir ninguna tontería y tener la suficiente confianza en ti mismo como para saber que te lo vas a preparar bien. Los retos siempre han sido para mí un acicate, un estímulo, nunca me he acobardado. Aquello que está dentro de tus posibilidades, un poco por encima de lo que puedes hacer ahora, siempre ha sido un estímulo porque esforzándome lo puedo conseguir. Y eso te abre muchas puertas. En este mundo en el que estamos todos interconectados, mantener relaciones de cordialidad con la gente que conoces es esencial. Y eso es lo que quiere decir: vayas donde vayas, vuelve con un amigo. Volver solo como turista es triste. Pero no porque tú te lo propongas, sino porque tu manera de ser te permita establecer lazos. Para compensar las complejidades de la vida hay dos elementos esenciales: el amor y la amistad, y los dos hay que cuidarlos como se pueda porque son milagros, te permiten contar con personas de cuya palabra te puedes fiar y eso convierte el mundo en un lugar habitable. ¿Qué significado e importancia tiene para usted la sencillez? La sencillez es sencilla cuando no lo pretendes, cuando te sale espontáneamente. Hay que ser lo que se es, sin pretender ser ni espontáneo ni natural ni sencillo. Y cuando eres lo que eres, sin teatralizaciones, hipocresías y demás es muy relajado y descansado, no tienes que estar fingiendo que eres otra cosa, y te permite contar con la confianza de los demás porque saben que no vas con dobleces. Ser lo que se es no significa ser una persona perfecta y no tener defectos, sino que los demás conocen enseguida cuáles son tus defectos y tus esfuerzos para combatirlos. ¿En qué circunstancias reconoce el miedo a la soledad? ¿Cómo lo vive? A mí me encanta estar solo en mi cuarto sabiendo que mi mujer está por casa. Cuando no está, la soledad se me hace insoportable. Necesito estar solo con alguien cerca. Sin sentir el ruido, que está la persona a la que quieres cerca de ti, no sé sobrellevar la soledad. Si estoy solo en casa, escribir un artículo me lleva días, me cuesta concentrarme, soy un inválido. Además, yo no sé pensar en soledad. Kant era capaz de aislarse del mundo y escribir la Crítica de la razón pura. Yo para pensar necesito hablar, discutir, dialogar, exponer mis ideas al otro y ver cómo las replica, escribirlas… Básicamente, para pensar necesito hablar. Sí a la soledad compartida, no a la soledad del aislamiento, que a mí me parece insufrible. ¿Cuál es su propósito, su para qué, qué le mueve en su trabajo? ¿Todos tenemos uno? El ser humano es extraordinariamente complejo, casi nunca me atrevería a hablar en nombre de todos. A mí lo que me mueve en mi trabajo es la satisfacción que encuentro en el esfuerzo realizado. Me parece que la clave de la felicidad asequible a los humanos está en la constatación de que el esfuerzo que has hecho, ha merecido la pena. El triunfo contra una dificultad me proporciona una satisfacción íntima enorme. Y como para tener esas satisfacciones necesitas invertir un esfuerzo, un trabajo, podríamos decir que la felicidad es el trabajo. El trabajo se ve como una condena, pero para mí no lo es. Y eso es algo que le debo a mi familia. El trabajo tiene un valor moral de autoconstrucción personal. Entonces miras hacia atrás y ves cuántas personas mucho más inteligentes que tú se quedaron por los márgenes por no saber trabajar, por no tener insistencia y amar el trabajo bien hecho. Si sois capaces cada día de leer un poco y escribir un poco, al cabo del año es muy probable que hayáis leído y escrito más que esa persona que lee mucho durante cuatro días. Eso se asienta y esta sensación de autoconstrucción de uno mismo, de que algo de ti es una autoconstrucción, es una fuente de satisfacción.
Más allá de eso la vida te da sus sorpresas buenas y malas, y la capacidad de autoconstrucción también está para disfrutar de lo bueno y no dramatizar excesivamente lo malo. Pero estamos aquí. Vamos a intentar sobrellevarlo con más alegrías que penas, y para eso nosotros solos no nos valemos, necesitamos alguien que nos quiera a nuestro lado: la familia, nuestra pareja, nuestros hermanos - que a pesar de todo siempre están ahí y siempre vamos a contar con ellos - y la amistad. Teniendo eso la vida es muchísimo más fácil que si no lo tienes. Por tanto vamos a ser inteligentes. Que no os de miedo lo que vais a hacer al acabar la universidad, lo que os tiene que dar miedo es lo que ya hacéis o no hacéis con vuestra vida, porque lo que hagáis después será lo que ya hacéis. Sobre todo, recordadlo: no salgáis de la universidad sin incrementar de manera notable el número de vuestros amigos.
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