Escrito por: Teresa García de Santos Es curioso. Durante cuatro años pensé que me había confundido de carrera. Elegí Derecho y Economía porque quería dedicarme a la política, pero bastó un año para que se tambalease mi férrea vocación al servicio público. Con el desplome del motivo de mi elección, empezaron a surgir las dudas, a aparecer las primeras crisis: me he confundido de carrera, ¿qué hago yo aquí?, esto no es lo mío… Así, estos pasados años me dediqué a sacar — a cumplir con — las asignaturas: tiempo justo, nota suficiente. El estudio se convirtió en un obstáculo para mi felicidad. Cuánto más rápido, cuántas menos horas dedicadas, mejor.
Por dos motivos no dejé la carrera. El primero: no encontraba nada mejor, nada para mí. El segundo: mis amigos. Estaba segura — y lo sigo estando — de que nuestra promoción era excepcional: qué conversaciones las de los descansos, qué cariño entre unos y otros, qué risas tan habituales… ¡Cuánto bien nos hacíamos! La gente — en abstracto y en concreto — compensaba con creces mi desgana. Pero había un problema: el estudio — no por deseo, sino por necesidad — ocupaba una fracción de tiempo desproporcionada de mis días. Sola frente a los apuntes y con una larga y amenazante tarde por delante, entendí que para ser feliz en presente, para que la mediocridad se alejase de mi sombra, para que diese posibilidad al disfrute, para que mis horas no se esfumasen en vano, debía elegir aquello que tenía enfrente y entregarme a ello. Y todo ha cambiado. Deseo los lunes con la misma intensidad que los sábados, las asignaturas — milagrosamente — se han vuelto interesantísimas y los profesores — repentinamente — me parecen excepcionales, cada vez rehuyo menos las mañanas de estudio, las clases son la salvación de mis días grises, he dejado de ponerme tareas pendientes para hacer en clase — vamos que he empezado a atender — y voy — progresivamente — desechando la excusa victimista de mi ineptitud para el Derecho. Es curioso. Durante cuatro años pensé que encontraría la felicidad al descubrir mi pasión, mi carrera, mi vocación. Y a pesar de que nada de esto me haya sido revelado, soy muy feliz en la universidad. Nunca lo había sido tanto. Quizá el secreto se halle aquí y ahora. Quizá la felicidad consista en dar oportunidades a la realidad.
1 Comentario
Patricia
8/3/2020 07:15:15 pm
Brillante Teresa. Me alegro mucho. Justo ayer leí un artículo que me recordaba a eso: "No encuentras tu vocación, tu vocación te encuentra a ti" y ¡sólo te encuentra caminando! ¡¡Qué belleza y qué regalo tu texto!!
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