Conocimos a Margarita Álvarez gracias a nuestro querido Pablo Burgué, director de Factoría de Talento. Cuando le dijimos que el próximo tema a profundizar en Punto de Encuentro era la felicidad, en seguida nos habló de Margarita. ¡Y cómo no hacerlo! Entendimos rápido el motivo: presidenta del Instituto de la Felicidad de Coca-Cola (sí, ese de donde salían preciosos anuncios que todos guardamos en nuestro corazón), directora de marketing y comunicación de Adecco, nombrada por la revista Forbes como una de las 50 mujeres más poderosas de España, etc. etc. Sin dudarlo decidimos contactarla y desde entonces siempre que hemos hablado con ella nos ha hecho sonreír. Margarita derrocha energía y alegría de vivir. Tras leer su libro Deconstruyendo la felicidad estas fueron las preguntas que le hicimos. Esperamos que os ayuden a vivir mejor, como a nosotras. Gracias Margarita por tu cálida acogida y por hacerte vulnerable con nosotras. ¿Cómo se relacionan la felicidad y la esperanza, según tu experiencia? ¿Se puede tener esperanza y a la vez vivir en el aquí y ahora? ¿Y si lo que esperamos que suceda no ocurre? La felicidad y la esperanza no es que estén relacionadas, sino que van estrechamente unidas. Nuestra felicidad depende de nuestro cerebro, y este juega con nosotros constantemente: tanto en el pasado, a través de la memoria, rellenando nuestros recuerdos, como en el presente y en el futuro. Tus expectativas futuras afectan a cómo te sientes hoy. Nos pasamos la vida preocupándonos por cosas que la mayoría de las veces no suceden y esperando a que ocurran cosas para ser felices - cuando tenga novio, cuando me case, cuando acabe la carrera, cuando me saque el carnet- pero siempre tenemos motivos suficientes. La felicidad está en el camino, aunque sea un topicazo. Una cosa son los objetivos y metas, y otra los sueños. Está muy bien tener objetivos porque te da una dirección y la sensación de haber conseguido un reto es brutal. Un sueño es más trascendental, aferrarte a él es muy bueno porque te hace levantarte por las mañanas de una forma muy especial, pero tiene que ser lo suficientemente amplio para que pueda cumplirse. No es verdad que si puedes soñarlo puedes hacerlo, pero sí es verdad que si te empeñas en conseguir tu sueño, por el camino te van a pasar cosas alucinantes, porque la vida te las va trayendo. La sensación de positividad y la esperanza, tiene que venir de que la vida te va regalar cosas que ni te puedes imaginar. Esa expectativa es muy difícil que no se me cumpla. Cuando estás en movimiento y luchas por algo, la vida te regala cosas que ni puedes imaginar. Un sueño es una cosa a perseguir pero con cierta racionalidad, estando lo suficientemente abierto, porque si estás muy centrado en una cosa concreta no te das cuenta de lo que pasa. Por ejemplo, si quiero estar en el Top 1 de Los 40 Principales me voy a estampar, pero si quiero hacer vibrar a las personas con mi arte, la vida me va a regalar muchísimas oportunidades de hacerlo. Y eso es lo que de verdad es un sueño. Obviamente yo no voy a ser Rosalía, pero igual acabo cantando en el coro de aquí cerca o en teatro, y feliz. ¿Cómo ser feliz en medio de la enfermedad, sufrimiento, incertidumbre, cuando se aproxima la muerte? La felicidad tiene mucho que ver con la paz interior, con la vida que hemos llevado hasta ahora y que estamos llevando. Confundimos la felicidad con la alegría y perdemos de vista que es compatible con la frustración, incertidumbre, miedo, tristeza. Puedes ser feliz y vivir momentos de duelo, todo entra dentro de lo que es la plenitud del ser humano. El sufrimiento, tristeza, el miedo y la incertidumbre forman parte de esto. Lo que es importante es que sepamos reconocer, gestionar estas emociones y tratar de reducirlas en el tiempo. La gracia de la vida es que unos días estas triste, otros alegre; ese contraste hace mágica la vida. Hacemos que la gente se sienta culpable por estar triste, les decimos: el dinero no da la felicidad, hay más peces en el mar, le quitamos el valor a las cosas menos buenas que pasan. Pero de ellas se pueden sacar cosas muy bonitas. Yo perdí a mi padre siendo muy joven, pero recuerdo que los meses más bonitos fueron nuestros cuatro últimos: porque le tocas, le oyes respirar, cada frase se te queda grabada a fuego. Todas las emociones nos enseñan a vivir y son fundamentales. Las emociones extremas nos tienen que llevar a recapacitar y sacar la esencia. ¿Se es más feliz en la ignorancia? Hay una frase que dice hay dos formas de ser feliz, una es hacerse el tonto y otra serlo. Nos es verdad. Hemos pensado que cuanto más informado estabas, menos feliz eras, pero cuando entiendes cómo funciona tu cerebro, tus emociones, tu entorno y la gente que quieres, es mucho más sencillo ser feliz tú y hacer feliz a los demás. Con respecto a ti misma, entenderte es muy importante porque es la manera de quererte y perdonarte. ¡Hasta hace muy poco yo no me quería! Lo que hacía conmigo misma era correr, hacer, no paraba, no me escuchaba. Es muy importante cómo te quieres, cómo te tratas, porque refleja mucho cómo vas a querer a los demás. Y con respecto al mundo, todos tenemos un poco de responsabilidad para hacer que este mundo sea un poco mejor, y para eso tengo que saber qué ocurre. Saber que pasan cosas terribles no es incompatible con ser feliz. Es bueno que estes triste, te frustres, te aburras, porque todo forma parte de nosotros y es información. Tengo que ser conscientes y saber qué pasa en la vida porque yo quiero mejorar el mundo, me hace feliz, y para eso tengo que estar informada. ¿Mostrarnos a otros, dejarnos mirar, ser vulnerables,... nos hace más felices? Somos seres sociales. Si alguien me pregunta cual es el ingrediente más importante para ser feliz son, sin duda, las relaciones personales. Y las conexiones personales se generan cuando te abres y depositas tu confianza en otro. Nada genera más confianza que mostrarme vulnerable contigo. El pedir ayuda y dejarme ayudar, el acercarme y dejar que me toques, es la conexión más grande que puede haber entre dos seres humanos. No hay nada que nos una más. Mostrarte vulnerable da miedo y genera incertidumbre, pero tiene un efecto tremendo en ti y en el otro. Estás colocando a la otra persona en un lugar en el que no sabía ni que estaba. Es un acto de generosidad, confianza, de conexión brutal. En tu libro Deconstruyendo la felicidad haces referencia a “una felicidad cotidiana, una felicidad a pie de calle”, ¿a qué te refieres con ello? Muchas veces confundimos la felicidad con un estado de Nirvana en el que entras de una vez para siempre, pero la felicidad es un estado de satisfacción razonable con la vida y contigo mismo. Yo soy una persona razonablemente feliz, no estoy en una nube todo el día. Ser feliz, cada vez más apunta a la suma de pequeños buenos momentos del día a día, además de tener un sentido de la vida que los complemente y compatibilice. La felicidad tiene mucho que ver con las cosas cotidianas. Lo bueno de este maldito virus es que nos está enseñando lo que de verdad importa, aquello que de repente echamos de menos. Parece que el virus nos está intentando explicar que volvamos a lo sencillo, a lo esencial. Nos pasamos el día corriendo y nos dejamos atrás cosas en las que nos debemos enfocar para ser felices. Lo que importa está a menos de un metro y nos lo recuerda haciendo que no nos podamos acercar a menos de dos. Es lo que se nos olvida en el día. Me encantaría colgar con vosotras y llamar a mi padre para contárselo y no puedo. Sin embargo cuando cuelgue y llame mi madre diré “qué pesada”. ¡Se nos olvida disfrutar de todas las pequeñas cosas!, ojalá este virus nos enseñe. ¿Qué admiras en otros? ¿Qué es para ti el éxito? Cuando salgo en la lista Forbes de las 50 mujeres más poderosas, despierto a los tres niños. ¡Mira lo que ha pasado!, les digo. Las dos mayores se dieron la vuelta y se fueron a dormir y el pequeño me dijo: ¿y tú qué superpoder tienes? Esas pequeñas cosas te colocan en tu sitio. Es una revista, no tiene más relevancia, y no tengo ningún superpoder. Esas pequeñas cosas que la gente te va recordando es lo que hace que admire a alguien. Admiro a gente que vive como quiere, haciendo lo que le hace feliz, y siendo buena persona. Mi éxito personal es disfrutar cada día de todo lo que hago, pensando que dejo huella en mi entorno. Una vez me preguntaron, ¿si te regalara una valla publicitaria, qué pondrías? Me encantaría poder poner: piensa en lo que vas a contagiar a la próxima persona con la que te encuentres. Es una máxima que si tienes en mente, tu trato con los demás cambia y dejas mucha más huella de la que piensas. Cuando me han pasado cosas que ojalá no hubieran sucedido, siempre intento darme mi tiempo, entender que puedo estar triste sin sentirme culpable, y sacar las cosas buenas. No le puedo sacar nada positivo a la muerte de mi padre pero los últimos cuatro meses fueron preciosos. Mi hija mediana estuvo muy malita cuando nació y en esos momentos descubrí a toda la gente que me quería, a la que podía llamar, ¡no sabía que había tanta! Según tu experiencia, la fama, popularidad, riqueza, ¿dan felicidad? Rotundamente no. No tiene nada que ver. Aunque hay una cosa que es evidente: hemos hecho análisis en cinco continentes, siete países diferentes, para ver qué efecto tiene el dinero en nuestra felicidad y en todos los lugares, universalmente, una vez que tienes cubiertas tus necesidades básicas, el dinero no discrimina. Así, se puede ser infeliz y muy famoso y puedes no ser conocido y tremendamente feliz. Es una cosa que no va emparejada. Lo que sí trae mucha infelicidad es una inseguridad económica. Es muy difícil hablar de felicidad con alguien que no sabe si va a poder llegar a final de mes o si le va a poder dar de comer a sus hijos. Pero una vez cubiertas las necesidades básicas, hay dos efectos que por desgracia suceden a todos los seres humanos. Uno de ellos es el de la adaptabilidad. Tú te adaptas a lo que tienes. Y cuánto más tienes más quieres. El principio de adaptabilidad es ilimitado. Y el principio de comparación. Todos tendemos a compararnos con nuestro entorno. Entonces si tienes una moto pero todo tu entorno tiene coche, mal. La fama, el dinero y la popularidad son tres elementos que nunca se acaban, son ilimitados. ¿Puede llegar a ser incluso negativo? Sí, pero sobre todo porque te quita lo esencial. Una de las cosas que te quita la fama son las cosas cotidianas: sentarte en un banco de la calle porque hay una puesta de sol alucinante, irte al quiosco y estar un rato con el quiosquero… Claro que a veces resta, porque te resta justo eso: la parte más de verdad y te regala la parte más superficial. Una de las cosas que estamos viendo ahora y que tiene que ver con la apariencia, la imagen, es el aumento de casos de ansiedad y depresión en adolescentes y preadolescentes. ¿Por qué? Porque las redes sociales son una “minifama”, son el preludio de la fama. Es un lugar donde siempre tienes que estar perfecto y además ves que todo el mundo está perfecto. Entonces dices: todo el mundo tiene una vida perfecta menos yo. Sin ser consciente de que tienes que tener un filtro porque nadie cuelga la fiesta aburrida a la que ha ido o el día que salió feo a la calle. Y luego está la presión de los likes: si tengo pocos o tengo muchos, si mis amigos tienen más o tienen menos… Esto es un experimento cotidiano de lo que podría ser la fama. Y es una experiencia devastadora. Uno tiene que ser consciente de que puede tener 18.000 seguidores en una red social pero que si mañana tiene un problema, va a llamar a ocho. Los que te quieren, los que van a estar ahí incondicionalmente. El estudio más largo, en el tiempo, que se ha hecho nunca sobre felicidad lo hizo Harvard y fue durante 70 años con 900 participantes. La conclusión más importante de todo el estudio es que lo que hace más felices a las personas, independientemente de la edad, la etapa de su vida, el perfil sociológico…, es la calidad de sus relaciones sociales.
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