Escrito por: Teresa García de Santos Fotografía: Ben Zank «Desde pequeña me gusta la política. Dedicaba horas a informarme, tomaba una posición y la defendía férreamente. Y así entré en la universidad y empezó a ser un problema. En mi clase no sólo encantaba la política, sino que además había opiniones muy formadas y distintas a las mías. Y esto me enfadaba y me alejaba. Tras las discusiones sólo advertía las diferencias entre ellos y yo.
Pero con el tiempo empezaron a surgir nuevas conversaciones: sobre el amor, sobre cuestiones y preocupaciones personales, sobre aspiraciones e incertidumbres de futuro. Los debates intelectuales sobre aquellos autores cedieron su puesto a los diálogos experienciales sobre nosotros. Y aquí ya no había enfado, ni diferencia, ni confrontación. Ante un desamor doloroso, un abuelo fallecido, un noviazgo ilusionante, una amistad deteriorada, no había partido que tomar. Sólo escucha y acogida. Acogida no por exceso de bondad, sino precisamente por haber vivido la misma situación, sufrido idéntico dolor, gozado alegría semejante. ¡Qué sencillo! La humanidad se acerca en su humanidad».
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Categorías
Todo
|