Perico Herráiz: «Si la medida y el centro de tu vida eres tú te vas empobreciendo poco a poco»14/9/2020 Fotografía: Chus Marchador Conocimos a Perico por su trabajo en la ONG Cooperación Internacional y por las reflexiones que descubrimos en su cuenta de Instagram. Nos pareció una persona especial y queríamos conocerlo más de cerca. De Perico nos impresiona su capacidad de entrega. Una entrega auténtica, de lo mejor de sí. En esta entrevista nos invita a a vivir disponibles, a no tener miedo a experimentar el dolor o sinsentido del otro, a querer pacientemente, como el otro quiere ser querido y aprender a recibir el amor imperfecto de los demás, a seguir dándonos a pesar de las dificultades... Perico nos cuenta desde su experiencia cómo arrimarnos a la pobreza o la vejez nos puede acercar a la vida y enseñarnos a vivir. ¡Y que nos une el 99%! Gracias, Perico, por la esperanza que das. Y gracias a ti que nos lees por estar al otro lado. Esperamos que lo disfrutes y te ayude. ¿Cómo ayudar al otro a curar sus heridas? ¿Qué significa acompañar? Desde la compañía, cercanía, sin miedo a sufrir uno mismo las heridas, penalidades o desafíos de esa persona, podemos hacer mucho para aliviar heridas. Sin miedo a compartir emociones, a experimentar en tu propia piel el dolor o sinsentido que puede estar experimentando tu compañero. Esto ya es sanar, ya es demostrar que no está sola esa persona y que en este viaje se avanza en equipo. Me parece que es el primer paso, y suele ser el inicio de muchos más. Acompañar es estar cerca, estar solícito, demostrar una apertura total al otro. Para esto es necesario ser valiente y generoso, y dar un valor enorme a esa persona. Acompañar es hacerlo cuando tú quieres y puedes, pero también -y más auténtico- cuando la otra persona lo necesita, aunque tú no puedas. Entonces le estás dando un valor enorme, a tu mismo nivel. En nuestra experiencia nos hemos encontrado con personas a quienes no podíamos acompañar en un determinado momento, y no haberlo hecho era lo mejor que podíamos hacer. ¿Te ha sucedido alguna vez? Por supuesto, me sucede muy a menudo, y no solo alguna vez. Por mi trabajo estoy en contacto con personas en situación de vulnerabilidad y con frecuencia están necesitadas de muchas cosas. Y al final solo ofrecemos un grano de arena. Necesitarían muchos más granos para recuperar su esperanza y serenidad con más rapidez. Pero la limitación de recursos, tiempo, energía y… valentía, suele ser habitual. Esto te puede crear una impotencia elevada y cierta prisa o ansiedad o tristeza. Creo que hay que ser muy realista y tener un adecuado equilibrio entre necesidad y capacidad o límite personal. Y darse cuenta de los pasos que se van dando en la ayuda a los demás aunque quede una larga caminata por recorrer. Os contaré uno de los momentos de mi vida en los que me he sentido más diminuto, inútil y vacío, justo por no poder acompañar o, mejor dicho, por no saber hacerlo. Fue en el viaje de voluntariado en Bolivia. Estaba en un banco en la plaza del pueblo y vino corriendo una niña, a la que dábamos clase por las mañanas. Estaba triste y angustiada. Pensé que podría ayudarla así que le pregunté qué le pasaba. Me contó que su abuelo estaba bebido y le reñía con cierta violencia. Le dije que iría a verle, a hablar con él, con ademán de levantarme, pero me dijo que ni se me ocurriera, que si hacía eso su abuelo sería más severo con ella una vez dejáramos el pueblo (nos íbamos a los dos días). No me podía creer que estuviera tan cerca de esa niña, tan necesitada, y que no pudiera hacer absolutamente nada. Yo, nacido en occidente y estudiando en la universidad, pensando que viajaba allí para ayudar, no tenía recursos para ayudarla, para solucionar ese problema. Me creía algo y no era nada. Nos pegamos un buen rato de la tarde charlando, sin mirar el reloj, sin prisa. Al despedirnos dibujaba una sonrisa llena de agradecimiento en su rostro. Yo le regalé la mejor de mis sonrisas, pero al girarme aprecié con fuerza mi incapacidad e inutilidad. Estaba triste y furioso. Mientras caminaba me prometía a mí mismo que en la siguiente ocasión que la vida me ofreciera estaría preparado para dar una respuesta y buscar una solución. Sin duda fue el inicio de mi trayectoria profesional posterior… Pero la diferencia es que en estas ocasiones quieres ayudar y no puedes, mientras que en otras muchas puedes ayudar y no quieres. Porque no te viene bien en ese momento, no te apetece o lo que sea. La disponibilidad, como gesto de apertura vital, me parece fundamental. Manifiesta una generosidad auténtica. Y es una manera de vencer esa actitud de control, planificación, medición, eficiencia… que impera en occidente. Deseamos planificar y controlar todo, hasta el amor, la belleza, la salud, la libertad, el servicio, la felicidad… y es imposible. ¿En qué situaciones te cuesta más darte? Cuando ves que no cuentas con la colaboración de la otra persona. Cuando tal vez tú haces un esfuerzo grande por ayudar pero esa persona no está dispuesta a hacer ese mismo esfuerzo por cambiar. Respetar la libertad es fundamental, aunque la persona se equivoque y tome decisiones con consecuencias nefastas. Darme ahí, una y otra vez, manteniendo la fe y perseverando, se me hace costoso. Y me da pena, claro, por el mal uso de su libertad. He mantenido conversaciones intensas con adolescentes que estaban consumiendo droga y que empezaban a dejar las clases. Había mucho en juego y por cariño y lealtad a ellos había que ser sincero y claro. Cuando no reaccionan… duele. Duele por ellos y cuesta seguir dándote. ¿Cómo acercarse al que sufre? Con humildad, con sensibilidad, con respeto, con deseos de aprender, con normalidad, con actitud de animar y dar esperanza. Una persona que sufre nos puede enseñar muchas cosas valiosas para nuestra vida. Puede ser nuestro gran maestro. Y, como he dicho antes, con generosidad, sin miedo a compartir ese sufrimiento, a estar cerca, a que nos “salpique” el dolor. No podemos acercarnos con una coraza, sino con un corazón humano. Ayuda mucho pensar cómo nos gustaría que nos trataran a nosotros. Algunas personas se alejan del que sufre porque se consideran tan sensibles que piensan que van a sufrir mucho. Entiendo la reflexión pero me parece un error. Esa sensibilidad son unas gafas especiales para poder ayudar, para que la persona que sufre se encuentre acompañada, reconocida, valorada. Las personas más sensibles pueden ser capaces de sanar en mayor medida, aunque tengan que dar ese paso decisivo de “atreverse”. Y ser muy agradecido. Cuando nos permiten ayudar nos están dando el privilegio de poner en valor nuestras cualidades, nuestra misma existencia. Pedirnos ayuda es enriquecernos. Ponía en evidencia una actitud muy propia de los hombres: la de resistirnos a que alguien nos sirva gratuitamente. (1) ¿Te cuesta ser servido? ¿Por qué? He tenido la suerte de estar siempre rodeado de personas que deseaban servir a los demás: familia, amigos, profesores, entrenadores... Yo recibía su servicio. Y eran un ejemplo maravilloso para mí. Tal vez por costumbre o por educación o por entender eso como la mejor manera de desarrollar tus talentos, no sé, pero no me costaba recibir la ayuda de esas personas. Si siendo servido estás haciendo un bien a esas personas…bienvenido sea. Es otra manera de ayudar y hacer el bien. La misericordia del hombre no aparece más que con el don de la alegría (Simone Weil). ¿Es necesario haber superado el propio dolor para ayudar a sanar el del otro? Me viene justo a la cabeza una madre que tiene una capacidad de ayudar a los demás enorme pero también que se encuentra en condiciones de vida difíciles, de dolor y angustia. Sé que ella no ha superado su propio dolor, pero no es obstáculo para ayudar a los demás. A mí me enseña mucho sobre la vida, y demuestra que puedes tener una vida difícil, durilla, con poca esperanza en su solución, pero adoptando una actitud vital absolutamente maravillosa y heroica. Ella llora mucho, y debe tomar medicación, pero siempre tiene el deseo de ayudar a otras personas. Sus hijos se lo recriminan a veces, le dicen que es demasiado generosa y que debe pasar de ellos, ya que les ayuda y luego ellos no le ayudan a ella. Y los hijos son unas personas increíbles, a pesar de crecer en un ambiente algo hostil. Sin duda el ejemplo que les da su madre les abre un horizonte de esperanza, aunque ellos no lo vean tan claro. Entonces, teniendo esto en mente, no sé si la ayuda eficaz es desde la alegría o desde algo más profundo: desde el corazón, desde el amor, con alegría o sin ella. ¿Qué tiene el encuentro con la pobreza, la enfermedad, la vejez, la muerte del prójimo... que puede incluso cambiar nuestro destino? Ese encuentro lo tiene todo, todo lo necesario para entender la vida. La vida es contingencia, lo común a todas las personas es el paso del tiempo, el dolor, la enfermedad, la muerte. Es lo común. Y por lo tanto lo que une, lo que nos refleja ante el mismo espejo, sin importar cultura, nivel social, fama... Nadie escapa a ello. Ese encuentro lejos de acercarte al abismo te acerca a la vida, a entender por qué estamos aquí y cómo debemos caminar. Anular este encuentro es vivir menos, es engañarse, vivir un sueño, permanecer en una burbuja… Hay que ser realistas, vivir estando muy presentes. Tarde o temprano todos salimos de esa burbuja y entonces sí nos enfrentamos a nuestro destino. Me resulta chocante que una charla ted sobre vulnerabilidad tenga 50 millones de visitas (“The power of vulnerability”, Brené Brown). ¿En qué momento del viaje dejamos de creernos así cuando al nacer somos absolutamente vulnerables? El sufrimiento del prójimo, la vejez, la muerte… son gemidos de la propia vida, llamadas para estar despiertos, para vivir de cara al prójimo, para encontrarnos a nosotros mismos. Conozco muchos jóvenes, con necesidades materiales totalmente satisfechas desde su nacimiento, que han reconocido la felicidad auténtica por primera vez en este encuentro con el dolor y sufrimiento ajeno. En un mundo dominado por la prisa y la productividad, hacer voluntariado podría parecer tiempo malgastado, no productivo. En tu experiencia, ¿qué significa realmente perder el tiempo? Perder el tiempo es dejar escapar la oportunidad de hacer de tu vida algo grande y valioso, dando brillo a los demás. Levantarse cada día con este estilo de vida “se creía una persona tan valiosa que no temía ni dudaba en enriquecer a los demás”. En occidente, porque ese ritmo frenético no se da en todo el mundo, estamos perdiendo no tiempo sino vida. Tal vez si preguntáramos a nuestros hijos, amigos, familia qué más podríamos hacer por ellos nos dirían: “no quiero que hagas nada más, al revés, quiero que hagas menos, para que así podamos compartir más tiempo juntos”. Perdemos mucho “presente” propio y de las personas que nos aprecian para asegurarnos mucho “futuro”, cuando no sabemos si llegará. En estos años he descubierto que la caritativa no es un gesto separado del resto de mi vida, sino que permea hasta el fondo todos sus aspectos. (2) ¿Has experimentado esto también? ¿Cómo el voluntariado ha transformado otros aspectos de tu vida? Desde luego. Por eso insisto en esta entrevista en nuestra capacidad de estar cerca de la persona que sufre o necesita ayuda. No se trata solo de dar cosas materiales o hacer favores. Se trata de darnos nosotros mismos, de ser yo la respuesta, la compañía, la solución… Viviendo así tu vida se transforma y alcanzas una mirada más perfecta tanto hacia tu interior como hacia el exterior, sin compartimentos estancos, siendo auténtica y genuina tu bondad y solidaridad. El voluntariado, además de ayudarme a decidir mi trayectoria profesional, fue un catalizador para ser más y mejor yo: relativizas mucho más todo, no te tomas tan en serio, aprendes a reírte de ti mismo, a mirar a la vida a los ojos, a agradecer lo que tienes y eres, a convivir con personas que piensan muy distinto a ti o tienen carácter diferente… Yo creo que sí, que el voluntariado –más en general los valores, mi formación, educación- ha transformado todos los aspectos de mi vida ya que me ha transformado a mí. ¿Qué bien aporta el voluntario realmente al mundo? Algo básico y fundamental: que no todo tiene precio. Que hay personas que son capaces de comprometerse en algo simplemente para ayudar a los demás, sin obtener nada a cambio. Yo tengo la inmensa fortuna de conocer cada año a jóvenes que están dispuestos a renunciar a una parte de sus vacaciones y trabajar durante el año para poder irse a India a ayudar a los demás. Y nadie vuelve con la sensación de haber perdido el tiempo. Sí, jóvenes que trabajan para poder pagar el vuelo e irse a otra parte del mundo a trabajar sin cobrar, para ayudar a los demás. Asumiendo que pueden enfermar, perder salud, etc. Es bestial. Los voluntarios son vitales, son luces, estrellas en la oscuridad de la noche. Recoges esta pregunta en tu perfil de Instagram y queríamos hacértela a ti: ¿cuándo te quieres más y mejor, cuando eres el centro y medida de todo o cuando consideras que tu vida es un regalo y deseas compartirla con los demás? ¿Por qué? Cuando consideras que tu vida es un regalo no temes compartirla con los demás. Es más, estás deseando hacer partícipe de ella a más personas, ya que tú sólo no eres suficiente para tan gran regalo. Los voluntarios pueden tener motivos diversos para ayudar, pero a mí me parece que la persona que es capaz de reconocer su valor, su riqueza personal, y ayuda, tiene un potencial infinito. Si la medida y el centro de tu vida eres tú te vas empobreciendo poco a poco, y envejeciendo rápidamente. Por eso, si de verdad te quieres y deseas quererte bien, tomar la decisión de servir y ayudar a los demás es lo acertado y coherente. Cuando el corazón humano se centra en los demás se dilata…y no tiene límite. Y rejuvenece. Psiquiatras importantes llegan a recomendar a sus pacientes hacer una hora de voluntariado a la semana. Ayudar no es solo un tema de justicia social o de moral colectiva, es principal y prioritario para alcanzar una vida plena. Más necesario que querer a una persona es que esa persona se sienta querida por ti. El foco hay que ponerlo en la forma de ser del otro, en su manera de sentir. ¿Cómo haces para querer a cada uno según su manera de sentir, qué ejemplos concretos? Al final todos agradecemos los detalles y sabernos queridos personalmente por los demás. Muchas veces es una mirada particular, una palabra, sacar una conversación que interesa a esa persona, intentar agradarle la vida, enviar un mensaje positivo que emocione sin venir a cuento, un detalle el día de su cumpleaños… no sé, es pensar en cómo desea ser querida esa persona, qué le gusta, qué le hace sentirse especial, y no hacerlo según mi modo de ver la vida o de querer. Darle voz, preguntarle… Puedo creer que quiero a una persona y si le preguntáramos a esa persona por mi cariño tal vez lo valoraría en 1 sobre 10. Querer es tener la sensibilidad y deseo de que esa persona lo note, lo reciba y le transforme. Tal vez esa persona que quieres no necesita que le recuerdes sus fallos sino que estés a su lado con una sonrisa a pesar de ellos. Ser flexibles es de almas fuertes. Nos encanta esta frase tuya. Pero a la vez, cuando quieres al otro también quieres que mejore, que vea lo que tú ves y por eso se lo muestras. Debemos aprender a amar como dices, y también a recibir el amor imperfecto de los demás. ¿Cómo recibir esta última forma de amor? Justo se podría aplicar esta frase al ejemplo del adolescente que he mencionado antes, pero voy a tu pregunta. Para poder responderla con honestidad debo mencionar mi experiencia de amor con Dios. Este encuentro personal entre mi imperfección y la perfección divina, esta relación de amor incondicional de Dios hacia mí, saberme mirado, acogido y elevado por Él, a pesar de mis debilidades, me lleva a aspirar a hacer eso mismo con los demás. Si Dios me espera en cada momento, si Dios está deseando estar conmigo a través de la Eucaristía -y yo soy muy consciente de lo poco que soy, de la miniatura e insignificancia a su lado-, ¿cómo voy a rechazar el amor imperfecto de los demás? Es que, además, ese mismo amor que yo recibo y experimento, es el que estoy llamado a transmitir. Dando o acogiendo. El amor de Dios es difusivo, contagioso. Si vives de manera consciente esta realidad tu capacidad para acoger la imperfección de los demás mejora, ya que no eres tú solo, sino Dios en ti. Después de conocer de cerca tantas personas de tantos orígenes y trayectorias distintas, ¿qué te une y qué te separa verdaderamente del otro? Nos une el 99%. Somos personas que aspiramos a lo mismo, que nos duele lo mismo y nos alegra lo mismo. Todos deseamos recibir miradas de afecto, comprensión y entusiasmo. Y todos deseamos volcar nuestro corazón en alguien. Sentirnos queridos y querer. Si falta alguna de ellas notamos la ausencia de lo más importante y necesario. La separación se produce a un nivel más superficial, tal vez por la educación, hábitos, gustos, opciones…pero básicamente yo me veo igual que una persona, varón o mujer, de Bolivia, Marruecos o India.
2 Comentarios
Bibiana
21/9/2020 11:54:28 pm
Una entrevista preciosa, cuánta generosidad, humildad, sensibilidad ... un ser humano increíble!! Gracias por tanto Perico!!
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Goyo
23/9/2020 05:17:06 pm
Cuanta alegría y esperanza dan tus palabras!!
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