Escrito por: Lucía Sánchez Fotografía por: Robert Blomfield Hoy me ha pasado algo precioso. Suele ocurrirme tras hablar con ella pero no por eso deja de sorprenderme. Entre silencios interminables y palabras a cuentagotas intento contarle, como buenamente puedo, lo que en los últimos días había sentido. Y es que, últimamente, aquello que soy, aquello que aparentemente me diferencia de los demás, se me hace como una piedra en el camino. Mi amiga me obliga a concretar -me cuesta encontrar las palabras, la pobre no debe estar enterándose de nada-.
Hace unas semanas me creé una cuenta en Instagram, pensando que, dada mi tendencia a cobijarme, podría ser una ventana que me abriera un poco más a otros. Un acontecimiento insignificante que en mí generó algunas preguntas con un poco más de hondura. Primero: ¿Qué voy a compartir? Entonces se me hizo evidente algo: cuando me muestro, o soy enteramente yo, o prefiero no ser. Es algo que yo no decido, me cuesta mucho mostrarme de mentiras, a medias. Quizá por eso paso desapercibida. Quizá por eso, cuando sí me muestro, me da tantísimo respeto. ¿Cómo mostrarme -de verdad- por esta red sin vulnerar ese respeto que siento, sin traspasar esa barrera que es importante para mí? Segunda cuestión: Yo, que estoy en plena búsqueda de qué quiero hacer con mi vida, y con lo poco que dice de mí -aparentemente- mi carrera, ¿cómo me presento? Tercera y última -la más importante-: ¿No podría ser más normal y no darle tantas vueltas a semejante tontería? Ya estaba comparándome, intentando encajar. De niña recuerdo no expresar aquello que me diferenciaba, pues ni tan siquiera esto tenía una identidad propia para mí. Sacar buenas notas o hacer muchas cosas, capas para ser alguien a falta de escuchar y ser quien era. Uno no puede no saber quién es, pero a veces hay demasiado ruido. Yo me pierdo muy pero que muy fácilmente en el ruido, por eso necesito la soledad, el silencio, la compañía de aquellos con quien puedo ser. Y es que, ¿cómo llegar a ser? Es decir, ¿cómo aceptar quien uno es? En mi experiencia, hay una clave, la amistad. Solo en la amistad, en sus múltiples formas, he descubierto que mi identidad no es defectuosa. No fue hasta hablar con mi amiga que comprendí que quizá esas cosas de mí que tanto me costaban eran “como el precio que había que pagar” para otras más bonitas que están ahí. Aunque a mí me cueste tenerlas presentes. Un día más he sido testigo de cómo mis amigas me transforman revelándome y recordándome quién soy para mí misma.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Categorías
Todo
|