Fotografía y escrito por Teresa García de Santos Me cuesta salir de mi misma, vencerme, exponerme. Tengo miedo al error, a la soledad y a no saber qué decir y qué hacer. Con frecuencia, estos [los miedos] toman forma de grandes barreras. Y cuánto más las miro, más altas se vuelven. Angustiada, casi asfixiada, decido quedarme. ¡Aquí, sin salir, estoy a salvo!
Pero mi amiga Bei, este año, me ha enseñado que es justo lo contrario: que si me quedo, me encadeno. Y me ha agarrado fuerte de la mano, hemos salido a dar un paseo y no he dejado de recibir regalos. Ahora ya no estamos en las habitaciones 403 y 404, sino a 600 km de distancia. Y a pesar de ello, su mano me sigue agarrando, recordándome cada día: que el otro es como yo, que es un bien y que para recibir hay que salir.
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