Escrito por Lucía Sánchez Fotografía: Sergio Larraín A menudo necesito estar sola. Entonces me aparto un ratito del mundo, y cuánto bien me hace. Desde un rincón pienso mi vida, la proceso, me oriento, recargo la energía para volver a darme bien a otros. Sin embargo, nunca he querido sentirme sola, y para esto no tengo una fórmula tan sencilla. Esté sola o acompañada, incluso por las personas a las que más quiero y que más me quieren del mundo, a veces me asalta el sentimiento de soledad. Si tengo una familia y grandes amistades que me quieren bien y a las que yo adoro, ¿por qué me siento sola?
Creo que uno puede ser el más querido y sentirse solo porque somos limitados. En palabras de Iván López Casanova «uno no puede ser para el otro todo aquello que le gustaría ser». Cuando me sé limitada conecto con la limitación de los demás y puedo continuar sintiéndome sola, pero ya no sufro —tanto—. Le abro la puerta al sentimiento de soledad y dejo que entre en mí sin miedo, con confianza, pero con los ojos bien abiertos para no dejar que me aísle. Al final siempre se acaba marchando y, una vez lo hace, quiero pensar que me deja mejor. Creo que ablanda mi corazón. Haberme sentido sola me ayuda a ver la soledad de otros hasta casi sentirla con ellos. Y quisiera abrazarlos hasta el límite, que no sintieran ni una pizca de soledad, pero nunca puedo ni voy a poder del todo. Porque somos humanos. Porque yo soy yo y el otro es otro. A veces se me olvida. Pero ya está ahí mi soledad para recordármelo. Para no acostumbrarme.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Categorías
Todo
|