Fotografía y escrito por: Marina Sánchez Tengo una libreta en la que escribo todo lo que pasa por mi desordenada cabeza. Es preciosa. Las tapas están cubiertas por una tela azul verdoso, decorada por flores en tonos blancos, granates y marrones. La rodea un hilo que sirve de cierre, que enrosco con detenida paciencia cada vez que termino de escribir. Mi pequeño ritual. Al abrirla, en la segunda hoja, se pueden leer las palabras de mi padre, cuya prosa siempre he admirado y, por ello, cuando decidí comenzar a plasmar lo que me carcomía por dentro, sentí que no podían faltar. Hasta ahí todo es impecable. La libreta perfecta. Pero si pasas a la siguiente hoja, dejas atrás la belleza de cómo me ve mi padre, y te encuentras con el rastro de cómo me veo yo. Justo antes de llegar a mis primeros pensamientos, se puede apreciar el vestigio que dejan un sin fin de hojas arrancadas, una infinidad de historias a medias. Hoy, mientras contemplaba ese surco de papel, me he dicho, “menuda forma de destrozar una libreta perfecta”. Así que, por un momento, he tomado la decisión de comprarme otra, un nuevo intento de perfección. Pero luego me he puesto a pensar en cómo ese surco de papel hablaba de mí, de quién soy yo. Soy la impulsividad que me lleva a arrancar una hoja, sin pensármelo dos veces, cuando creo que el contenido no es lo suficientemente bueno. Una inconformista. Pero va mucho más allá. Realmente soy como mi libreta. Si miras solo mi cubierta te llevas una impresión que, en cuanto pasas a la segunda página, se desmorona. Pues no soy más que la suma de multitud de hojas rotas, de innumerables relatos a medias. Soy lo que ha quedado después de que me arrancasen, de improvisto, muchas de mis páginas, sin dejarme escribir lo que pudo haber sido otra historia. Soy un intento de ocultar imperfecciones no aceptadas. Ese surco de papel es el reflejo de las heridas que me ha dejado una lucha por convertirme en otra versión, ilusoria, perfecta. Entonces me he dado cuenta de que deshacerme de esa libreta significaría mucho más de lo que me puedo permitir. Así que me he propuesto quererla y aceptarla tal y como está, despellejada, rota, a medias. He decidido empezar a ver la belleza de lo imperfecto a través de mi libreta. Pues ahora que estoy en mitad del mismo proceso conmigo misma, ¿cómo de incoherente sería desprenderme de ella?
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