Escrito por: María Isabel Giraldo Fotografía: Alejandra Rodríguez Volando he aprendido a ser libre. Allá arriba, 10 metros sobre el suelo, me siento a kilómetros de distancia de mis miedos. Nada puede tocarme. Allá arriba, dependo de mí. Mi vida está, literalmente, en mi manos. Eso me asusta, me ata a mí misma, me hace responsable y dependiente a la vez. Extrañamente, me hace sentir más libre. Duele, claro que duele. Es ese dolor que elijo y abrazo, que recibo amorosamente pues me hace más yo, me lleva a límites que no conocía, me estira. Allá, bailando entre colores, jugando con mis brazos, y piernas, dando vueltas, armando figuras, soltando, cayendo y subiendo… soy consciente de mi cuerpo y de mi alma, de mi vuelo.
Arriba me descubro y me libero. Veo el mundo pequeñito a mis pies e imagino acercándome un poco más al cielo infinito. Lo toco. Al poner los pies en la tierra, me llevo conmigo el nuevo trocito de libertad que encontré al volar. Soy un poco más libre.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
Categorías
Todo
|