Una de las mejores cosas de hacer Punto de Encuentro (PdE) es la oportunidad de acercarnos a personas con quienes compartimos inquietud y camino. Una de ellas es Luisa. Y es que, el día que no venga a uno de nuestros cafés, la vamos a echar de menos. Mucho. Luisa lidera junto con otros compañeros Revista Febrero* (RF), y cuando nos propusieron hacer una colaboración, no lo dudamos. El resultado: esta conversación con Nicole Pretell y Luisa Ripoll de Revista Febrero sobre lo que une nuestros proyectos. Amistad, encuentro, cultura. Esperamos que disfrutéis tanto como nosotras al acercaros a estas dos inspiradoras mujeres.
* Revista Febrero es una publicación trimestral de poesía e ilustración. Su principal objetivo es crear un espacio abierto y colaborativo para artistas jóvenes. En su cuenta de instagram (@revistafebrero) ofrecen contenido cultural, y en su edición impresa (en DIN A6) incluyen textos y dibujos de nuevos autores. Teresa (PdE): ¿Cómo ha influido la amistad en la creación del proyecto? Luisa (RF): Creo que la amistad dio al proyecto su impulso inicial, y en el día a día la amistad sigue siendo el motor. En una empresa los lazos se construyen por unos motivos: el trabajo, y después la remuneración económica. En RF no nos une el dinero, así que (al principio del proyecto sobre todo) la amistad supuso una estructura sólida de colaboración sobre la que construir. ¿Y para vosotras? ¿Cómo influye la amistad? Lucía (PdE): PdE es un proyecto que se nutre mucho de mi amistad con Te, para mí es inconcebible sin ella como fondo. Lo que descubrimos juntas, lecturas que disfrutamos… está presente en PdE de alguna manera. El otro día compartía con Te que creo que cuanto más cerca está el proyecto de nuestra amistad, mayor bien somos capaces de crear, así que es un reto que tenemos juntas, mantenerlo lo más cerca posible. Cuando se aleja, pierde vida. Nuestra amistad es el corazón. Además, también esta ha crecido con el proyecto y el tiempo compartido que requiere. Por eso para mí hacer PdE es un regalo, porque me permite disfrutar más de Te. Teresa (PdE): Lu me decía la semana pasada que había que darle una vuelta a PdE. Pues aunque habíamos introducido un nuevo formato, habíamos vuelto a caer en la misma dinámica de programar y olvidarnos, en una dinámica de cumplir. Lo que Lu echaba de menos de PdE era que fuese un proyecto nuestro, que fuese algo compartido en nuestra amistad. El contenido que ofrecemos tiene sentido en la amistad. Recuerdo que en los comienzos de PdE, hablé un día con mi padre y me dijo: “Te, el sentido de PdE es Lu. El resto son caras abstractas, no sabes quién está detrás. En cambio, ella es una persona concreta. Así que el sentido es ella y tu amistad con ella”. Así que Lu es todo para PdE y además, PdE ha sido mucho para mi amistad con Lu: me ha permitido conocerla más, hablar con más regularidad, tener conversaciones íntimas, descubrir a personas juntas y construir algo común. Luisa (RF): Siendo el encuentro una experiencia que tenemos ambos proyectos tan fuerte, os pregunto: ¿es extrapolable a cualquier esfera de la vida? Vosotras, el encuentro que experimentáis en vuestra amistad, lo estáis volcando en otro ámbito, como es un proyecto en conjunto. Me gustaría pensar que sí, que el encuentro puede darse siempre, pero ¿qué opináis? Teresa (PdE): La amistad con Lu ha marcado otras relaciones porque parte de lo humano. Eso es lo que nos ha unido: partir de lo humano. No parte de pensar lo mismo, de tener gustos parecidos, sino de acercarse a lo real desde mi humanidad. De hecho, creo que, precisamente, este planteamiento es la clave del encuentro. Lucía (PdE): El encuentro te transforma, te hace madurar, entonces es inevitable vivir otros ámbitos de tu vida en clave distinta, mejor. Por ejemplo, gracias a Te he descubierto partes de mí que no conocía, una sensibilidad que incluso antes negaría. Y esto marca todas las esferas de la vida. Gracias a Te y nuestro encuentro mis amistades y mis relaciones se han recolocado, se han ordenado, también diría que me atrevo a mostrarme más. En nuestra amistad he desaprendido muchas cosas para aprender a relacionarme conmigo, con otros y con la realidad. Teresa (PdE): Creo que cuando uno ha tenido una experiencia de encuentro es muy difícil no plantear, ya, la vida así. Es cierto que muchas veces sigo buscando la confrontación pero ahora ya tengo de dónde partir. Al comenzar la carrera, me encantaba debatir, hablar de política y discutir. Desde PdE huyo bastante de la confrontación porque creo que es hablar por hablar y discutir por discutir. Y además, la mayoría de veces, sólo aleja. ¿Qué experiencia tenéis vosotras? ¿Habéis tenido experiencia de este encuentro en Revista Febrero? Nicole (RF): Mientras os escuchaba recordaba la conversación que tuve hace poco con una amiga sobre el arte, en la que me dijo que se sentía algo egocéntrica por querer expresar y compartir sus escritos, sus fotos, su visión del mundo. Yo le dije que la creación posee o proviene de una fuerza que nos sobrepasa e impulsa a expresar. En la poesía griega el creador o artista no es más que un medio, un envase a través del cual las musas o dioses se expresan. Por tanto, todo lo creado es sagrado. No nos pertenece. Compartir, en ese caso, me parece generoso y enriquecedor para los demás. Gracias al encuentro con el otro nos atrevemos a ser más nosotros, a vivir desde la abundancia y la valentía. Gracias a mi encuentro con Luisa formo parte de Revista Febrero. Gracias a esa pequeña “ventana al mundo en DIN A6” he podido experimentar la riqueza que une y la alegría de impulsar a nuevos artistas a mostrar lo que crean. Luisa (RF): En nuestro proyecto el encuentro no aparece de un modo tan visible como en el vuestro. Pero claro que veo encuentro. El encuentro puede parecer una relación muy dirigida, de la que forman parte solo dos personas. Por ejemplo: entre mi amiga Nicole y yo. Pero precisamente porque es encuentro, entre esas dos personas cabe el mundo entero. Eso permite que el encuentro no sea solo hacia Nicole, sino también hacia el amor por la poesía, por la vida, por el arte, por la cultura. Esto lo decía por ejemplo Erich Fromm en El arte de amar (no sé si os lo habéis leído; me lo leí en cuarentena). Cómo a través de la persona amada acabas amando a todo el mundo, porque todo es distinto cuando amas. Es muy bonito. Yo lo veo así: a lo mejor a nuestros lectores leer Revista Febrero les acerca de un modo nuevo a la poesía, que les hace conectar y descubrir muchas cosas que no sabían que estaban ahí. Lucía (PdE): Nos contabas, Luisa, sobre el día en que, habiendo comprado la entrada para el museo Thyssen y estando ya allí, decidiste marcharte porque finalmente no había podido estar contigo tu mejor amigo. Me gustaría preguntaros, en vuestra experiencia, ¿qué nos aporta vivir la cultura en compañía? ¿Qué cambia el vivir la cultura desde la amistad o, al menos, no desde la soledad? Luisa (RF): Esto lo hablamos mucho en un grupo de trabajo sobre “La belleza que aún queda”. Una de las intervenciones fue más o menos así: «Me acuerdo de ir a un museo con mi amiga Isa, y que ella me dijera: “mira, Abraham, este cuadro suena. Tiene música.” Y vi el cuadro como si fuera un cuadro completamente distinto al que habría visto yo solo, porque lo estaba viendo a través de sus ojos.» Me pareció un testimonio precioso. Es así. La cultura la puedes vivir solo porque te conecta con muchísimas cosas: la exploración, lo trascendental, lo que tengas dentro... Pero también es muy bonito vivirlo en compañía. Creo que son dos experiencias distintas. Nicole (RF): Cuando experimentas la cultura desde la soledad puedes observar con más sosiego, descubriendo y estableciendo conexiones entre la obra y tu experiencia vital. Al estar con una persona estás más emocionada, por lo que todo aquello que te pueda suscitar el cuadro es buen motivo de conversación. Eso al final es lo bonito de compartir cultura: crear espacios comunes. Para T.S. Eliot la cultura es una actitud espiritual y cierta sensibilidad que lo orienta, por eso, ambas experiencias para mí se retroalimentan. Vivir la cultura desde la esfera privada nutre esa sensibilidad, esa forma de mirar. Después, compartirla con otro sigue expandiendo esa mirada. Todo esto me gusta relacionarlo con la mirada, la cultura te abre la mirada a lo que eres. Deshabitar la cultura sería deshabitarnos a nosotros. Teresa (PdE): Habéis hablado de que cuando uno vive la cultura en soledad, se da más en la intimidad, hacia lo interno. Cuando habéis vivido la cultura, ¿el otro me ayuda a entrar en mi intimidad? Luisa (RF): Yo creo que sí. Tengo una amiga con la que quedaba para escuchar álbumes, entonces el plan era: ir a un parque, ponernos un disco, y escucharlo juntas. Precisamente un ejercicio así muestra que son dos caminos paralelos, que no son excluyentes. En ese momento, estás viendo cómo le influye a la otra persona la música, cómo crece, cómo es esa persona, cómo reacciona... y a la vez estás viendo cómo influye en ti. Incluso habría un tercer camino: ver cómo os influís mutuamente. Creo que es muy rica la búsqueda. Erich Fromm también lo decía: buscando a la otra persona, te conoces a ti mismo. Descubres tu propio yo a través de la alteridad. Pero aún así es distinto. El foco no diría que está en otras cosas, pero sí en otros medios. Cuando estás con alguien, disfrutas también de la relación. Cuando estás tú solo, lo normal es notar menos tu propia compañía que la de otra persona, así que puedes centrar más la atención en el objeto en sí. Nicole (RF): Después de hablar con alguien y mantener una conversación profunda suelo irme a casa como un signo de interrogación bien grande, llena de preguntas. El otro me interpela y me hace cuestionarme ciertas cosas. Luego, cuando ya estoy en casa, escribo un poco, y, en silencio, reflexiono sobre lo hablado, ya lo puedo procesar. Pero cuando estoy con esa persona centro mi atención en ella, veo todo el paisaje de lo que me está sucediendo o de lo que me podría suceder; y, solo después, desde la distancia y el tiempo lo entiendo. Como cuando te dicen que es muy importante dormir bien antes de un examen para consolidar conocimientos. Pues igual con la intimidad. Cuando estoy en soledad asimilo y proceso las cosas, cuando estoy con el otro las experimento. Luisa (PdE): El encuentro es algo súper certero, sabes que está ahí, te da sentido. Pero ¿a vosotras también os provoca, como dice Nicole, el haceros preguntas y el no estar seguras de nada? ¿Cómo encajáis las preguntas y la incertidumbre existencial con algo que es tan seguro y que tiene tantísima presencia? ¿Qué os suele pesar más en vuestro día a día? Teresa (PdE): El encuentro no elimina las ideas que uno tenga o la vida que uno lleve. No elimina lo que uno cree pero sí lo abre. El encuentro permite que no te aferres a tus creencias o a tus ideas, te da apertura para reconocer que no posees la verdad y así, se da la posibilidad de caminar con otros en esa búsqueda. Si el encuentro invalida lo que uno es, no es encuentro. Lu y yo nos encontramos porque ella es Lu y yo soy Te y somos distintas. De hecho, las conversaciones en las que uno no sabe y el otro tampoco, no llevan a nada. La riqueza del compartir es precisamente que uno ha vivido “A” y el otro ha vivido “B”, aunque sean experiencias distintas. En ese sentido el encuentro no elimina lo que uno es, pero abre tu experiencia. Lucía (PdE): Distinguiría dos preguntas. ¿Cómo convive el encuentro con la incertidumbre de la vida? ¿Y el encuentro entre dos personas distintas con las creencias o ideas de cada una? Respecto a la primera pregunta, en mi experiencia, suele pesar más el encuentro. Mi incertidumbre existencial suele acabar siendo calmada en el encuentro. Creo que el encuentro, cuando se da, me regala paz, certeza, más que preguntas. Para ello hay que estar dispuesto a desprenderse de las propias ideas, salir de uno mismo, abrir el corazón. Si no no hay camino compartido, sino dos personas contándose sus respectivas vidas. Por otro lado, cada uno de nosotros somos más que nuestras ideas y creencias. Lo primero que somos es seres humanos, y es desde esta experiencia desde donde siempre nos hemos relacionado Te y yo. Sin excluir nuestras ideas o creencias, siendo con todo y queriendo mucho al otro tal y como es. Cuando dos personas se relacionan desde ahí y se abren el corazón es cuando se da el encuentro, que educa interiormente y acompaña. Cuando me he encontrado con Te nunca la he mirado desde lo que la diferencia de mí, solo como mi amiga en quien confío. Y ahora que lo pienso creo que esto es clave. Cuando una persona te reduce a la imagen que tiene de ti, lo que dices, lo que crees... no te está viendo, y eso tú lo percibes. ¿Cómo convive el encuentro con mis creencias o ideas? Diría que las hace madurar, ser más ajustadas a la realidad, más verdaderas. Creo que la verdad nos une y que el encuentro nos libera y nos aleja de la mentira. Lucía (PdE): Hemos estado hablado de cómo vivimos la cultura. Creo que, con los años, yo he aprendido a vivirla. Antes me preocupaba más que ahora por el conocimiento, era más “consumidora” de cultura -si es que tal cosa es posible-. Como quien salta de una obra a otra, o de un dato a otro, sin el tiempo y el silencio que se precisa para vivirla. Además, cada vez busco más una cultura cercana a la vida cotidiana, silenciosa, desposeída de ego, ideas, ruido. Por eso quería preguntaros, ¿puede la cultura alejarnos de la vida? ¿Qué cultura nos acerca a ella? ¿En qué sentido puede la cultura llegar a deshumanizarnos? Nicole (RF): Cuando leí esta pregunta pensé: “¡¿puede la cultura alejarnos de la vida?!” No entra en mi cabeza. Después me acordé de la película de El indomable Will Hunting y canalicé la posibilidad de “cultura individualizante” con el ejemplo del protagonista. Una persona que conoce mucho, y es muy crítico con la realidad, pero que no ha vivido eso que dice conocer. En una de las escenas más conocidas su profesor se lo recuerda: “tú sabes mucho de esto, pero no lo has vivido”. Por eso, para mí no vale solo con saber sobre cultura, tienes que vivirla. La cultura debe acercarte a la vida. Si existen cuadros como “”El beso” de Klimt es porque alguien vivió o sintió algo tan fuerte que necesitó expresarlo. Considero que últimamente nos alejamos de estos temas porque nos hemos centrado más, como sociedad, en tener que en ser. Y algo bonito de la cultura es que genera incomodidad, te plantea cuestiones. Sin embargo, parece que hoy en día buscamos en la cultura una evasión de la realidad, confundiéndola con mero entretenimiento. Nuestros nudos emocionales, en vez de ser enfrentados, se apartan a un lado para vivir la cultura como si fueran unas vacaciones mentales. Me parece un poco triste, porque la cultura, sobre todo, te hace crecer y entender. Luisa (RF): Cuando has preguntado sobre la cultura del encuentro, yo he pensado en lo que se suele decir: que la cultura es un diálogo eterno e intergeneracional. Como decís vosotras siempre, el encuentro se genera de compartir algo que has vivido. ¿Cómo lo compartes? Con la conversación, ¿no? Así, cuando lees un libro o ves un cuadro, te encuentras con el autor, que te está diciendo cosas. Estáis conversando. En definitiva, la cultura bien vivida es un encuentro. Pero claro, no siempre se vive bien. La deshumanización del arte está relacionada en parte con cómo están las cosas. Con la capitalización del arte, el ser humano puede desplazarse del centro más fácilmente. El arte ahora, además de arte, es un negocio. Con el concepto de arte ahora interfieren el marketing, el mercado, el dinero. Pero bueno, cosas que pasan. Es un fenómeno difícil. Nicole (RF): No se puede mercantilizar la cultura. En La utilidad de lo inútil de Ordine, se entiende claramente esta idea. Ciertos aspectos de nuestra vida deben ser inútiles: el arte tiene que ser inútil, porque siendo inútil es muy valioso. Si no pierde su esencia, como defiende Oscar Wilde al principio de El retrato de Dorian Gray. Iniciativas como Punto de Encuentro o Revista Febrero tienen su encanto en esa separación de lo mercantil, lo productivo o lo útil. Teresa (PdE): ¿Cuál es el futuro de RF? ¿Y de PdE? Nicole (RF): Todo el proceso que se vivió fue muy intenso y el trabajo de Luisa -como el de Juanan- fue increíble. A mí lo que más ilusión me haría sería que esa creación artística que motiva la revista siga creciendo. Dar visibilidad, generar confianza y que los artistas vean una oportunidad y un espacio de creación en Revista Febrero. Algo que también me haría muchísima ilusión, aunque ahora por el Covid-19 no se pueda, sería organizar encuentros en los que abordar ciertos temas desde el diálogo, el arte, la pintura… Generar cultura. Lucía (PdE): Me gustaría seguir creciendo en nuestra amistad junto con el proyecto y que de ahí consigamos plantear los mismos temas, las mismas preguntas, siempre de una forma original, nueva, viva. Me gustaría también compartir café con personas que nos siguen y nos escriben por redes a las que no conocemos, crear una comunidad más presencial y poder disfrutarla. Teresa (PdE): Lo mismo, la verdad. La clave me la dio el otro día Lu: que PdE siempre parta de la amistad. El origen y sentido del proyecto. Y que nos ayude a vivir mejor. Estas iniciativas tienen sentido si no distraen de la vida, si te ayudan en tu día a día, en tus problemas y alegrías. Ojalá PdE y Revista Febrero tengan su eco en nuestras vidas concretas.
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Escrito por: Luisa Ripoll Alberola Fotografía por: Stephen Shore La conversación es sanadora, y no hay restricción por la salud pública que pueda limitar la conversación, pues es intangible, aséptica. A pesar de su intangibilidad, es un medio tan comprometedor… Porque digo cosas que me muestran, que me hacen desvelar de uno u otro modo quién soy, cómo pienso. Y el prójimo, en la escucha, participa de aquello que soy, se nutre de lo mío, lo acrecienta. El proceso es mutuo, porque la conversación es mutua escucha, mutua participación.
La buena conversación es también mutuo interés, mutua voluntad de establecer un enlace, de indagar, de mostrarse. De ahí que las conversaciones se califiquen como interesantes o insustanciales, según se haya captado aquello que soy en aquello que pretendo mostrar. Y se considera una virtud que la conversación “atrape”: aunque la conversación otorga protagonismo a acontecimientos que suceden en el mundo (o en mi mundo interior), la conversación se transforma en un mundo en sí, y puede llegar a parecer que se autoabastece, que no necesita nada más para existir que dos personas y lo que dicen, y que no existe mundo fuera de la conversación. Es curioso cómo la belleza puede jugar un papel fundamental en el establecimiento de dicho enlace. La belleza en el trato interpersonal deviene en tacto, dulzura, sensibilidad, comprensión. En decir cosas bonitas, muchas veces. En decirle a la otra persona cosas que necesita que le digan, o cosas que le gusta escuchar. O en decirle a la otra persona cómo te hace sentir. He tenido últimamente MUCHAS conversaciones así. Y el impulso de escribir esto vino del análisis de las cosas que me gusta que me digan y me dijeron. Una de ellas: la recomendación. Y no tanto el “mira esto”, sino el “creo que esta peli te va a encantar”, que yo decodifico como “me importa lo que piensas y sientes respecto al cine, y trato de comprenderlo, entonces quiero participar activamente en tu descubrimiento, quiero recomendarte cosas que te vayan a flipar y que te saquen de ti”. Otra muy clásica es valorar la forma de pensar del otro. Dar espacios ilimitados para la reflexión, para que el interlocutor pueda usarlos como quiera y necesite, y se sienta amparado por la escucha atenta. Incluso alentar a la reflexión (“desarrolla tu punto”) o expresar explícitamente admiración (“me gusta cómo piensas”). De esto he estado hablando con mi amiga Elenita últimamente. ¿Qué papel tiene la alteridad en la construcción del yo? ¿Es el único medio, construirme en otros? Según Martin Buber en Yo y tú, así es: solo podemos descubrirnos a través del descubrimiento del otro y de lo otro. Somos relación. Somos en relación a algo. ¿Estoy plenamente de acuerdo con ello? ¿Cuánto más se reconoce uno en el otro, más puede uno mismo descubrirse? ¿Necesito ser capaz de comprender al otro para comprenderme a mí misma? ¿O es una comprensión bidireccional, que crece recíprocamente? ¿Qué papel juega la conversación en todo ello? ¿Es la conversación el único medio de comprensión? ¿Al menos el más certero? ¿El más fácil? ¿Acaso es la comprensión algo fácil? Escrito por Luisa Ripoll Fotografía: Hiro Goto Actualmente nos relacionamos de una manera un poco artificial. Cada uno está en su casa, muchas veces alejadas entre sí. Se concuerda por redes sociales un horario que encaje en la vida de ambos conocidos. Se queda en un punto intermedio, completamente alejado de la realidad cotidiana de ambos, convirtiéndose quedar con amigos en salir de la rutina. Se valora llegar con puntualidad francesa, para no hacer perder el tiempo. El punto de queda es una boca de metro, o un lugar llamativo. Una vez reunidos nos dirigimos a una cafetería donde nos sentamos frente a frente, perdiéndonos en hechos, durante un tiempo aproximado preestablecido, gastándonos dinero, como si nuestra amistad costara eso, los 4 euros de un frappé. Y nos sentamos hasta que se agota la conversación porque ya te he puesto al día de cómo va mi vida, y nos quedamos sin palabras frente a frente, sintiéndonos incómodos ante el silencio por mucha confianza que haya o que hubiera, y sacando otro tema de conversación nimio. Y sólo haciendo eso voy compartiendo mi vida contigo.
Escrito por: Luisa Ripoll Alberola Estoy en casa, en un fin de semana infinito. No pasan los días porque todo pasa en un solo día. Siempre es de día.
Me pasa que pienso en cosas por temporadas. Normalmente es un tema que entra en mi vida de modo azaroso; un tema que se repite extrañas muchas veces, en un intervalo corto de tiempo. La última vez que me pasó esto fue pensando en “la salud mental” y todas sus implicaciones, pues me leí Rayuela de Cortázar, después A sangre fría de Truman Capote, vi el Joker y me leí los Diarios de Alejandra Pizarnik. Así, sin planearlo, me vi sondeando el mismo tema desde cuatro prismas distintos: el manicomio y la salvación, la humanidad de un loco, la incomprensión y hermetismo de la sociedad, y la depresión y la angustia, respectivamente. Estos días me está pasando. La semana pasada me leí un fragmento escogido de Walden o la vida en los bosques de Henry David Thoreau, y me impactó. Thoreau era una persona muy auténtica. Sabía escucharse a sí mismo. Es más conocido por su libro La desobediencia civil. Thoreau estaba alineado consigo mismo. Había encontrado verdad en su interior, y la cuidaba y la mostraba para quien quisiese verla, y por ello eligió irse a vivir al bosque varios años. Os podéis imaginar que de Thoreau se diría que “era un poco raro”. Pero a lo largo del libro expone sus motivos, y fue muy curioso para mí como lectora ir dándome cuenta de que no fue una huida, fue una búsqueda. Thoreau, después de vivir en el bosque, volvió a su vida en sociedad y siguió desempeñando su papel en ella. Pero mientras vivió en su cabaña a las orillas de la laguna Walden, desde su completo empequeñecimiento y la conciencia de ser ínfimo, dejó que fuera la voz del bosque (la voz del mundo) la que hablara y proporcionara respuestas. La voz del mundo, no la voz de los hombres. A pesar de ser un aislamiento, su actitud fue muy humanista. El foco no está en la desconexión con otros, sino en la reconexión con otros a través de la conexión con la realidad y con uno mismo. Justo coincidimos Henry David y yo, y apenas una semana después, la cuarentena. También está en mí la idealización de la vida retirada, asceta. Puede que ella provenga de vivir en una ciudad y llevar una vida que para poco. El caso es que estoy aprovechando estos momentos de seguridad en casa e incertidumbre fuera para preguntarme: ¿cómo quiero vivir? ¿Vivo como quiero? ¿Qué cosas quiero hacer en mi día a día porque tiene sentido que las haga? ¿Cuáles de esas cosas no estoy haciendo aún? Sin hacer nada es como mejor podría pensar en ello. Porque del no hacer nada, mi vida sigue. Así que construiré mi vida desde ahí. Desde la solidez de lo sencillo. Escrito por: Luisa Ripoll Fotografía: César Béjar Me gusta explorar un concepto ligado al de libertad: el de "búsqueda". Y esto, más que una dificultad, es un reto. Somos libres para ser pequeños. La libertad nos permite ser curiosos. Nos permite buscar. Buscar en el otro, en el mundo y en mí. Búsqueda que es simultáneamente exterior e interior, personal y compartida: buscarnos en el otro y sentir que en nosotros alguien está siendo buscado.
Cuando pienso en "la búsqueda", pienso mucho en Rayuela, de Julio Cortázar. Precisamente dos personajes sin ataduras (Horacio y la Maga, sin trabajo, bohemios en París). Una búsqueda a gritos. Un libro sin ataduras (desligado de la estructura tradicional de la novela, vanguardista, deshaciendo normas, reformulándolas). ¿Qué buscaba Cortázar con esta novela? ¿El futuro? Sea lo que sea lo que buscara, ¿lo halló? ¿Es más libre esta novela por rehuir toda regla formal que un clásico de la literatura universal? Primera dificultad de la libertad: si podemos buscar es porque algo está perdido. Y buscar es cansado. Encontrar es difícil. Más ejemplos de dificultades serían los siguientes:
¿Por qué ser libre no es tan sencillo? ¿Por qué no puedo ser libre y punto, sin pies mojados, sin palabras incomprendidas? ¿Qué es, entonces, la libertad, si no existe sin todo esto? Además, en los párrafos de los ejemplos se entrevé una relación entre libertad y completitud. Pero si somos personas incompletas, con nuestros vicios, carencias y virtudes a medio desarrollar, ¿podemos realmente llegar a ser completamente libres? ¿Podemos, por lo menos, ser consistentemente libres? Escrito por Luisa Ripoll Cuadro de Joaquín Sorolla Vuelvo en mí porque vuelvo de estar con los que me han conocido siempre. Y ellos vuelven en ellos porque yo también les conozco en profundidad. Volver a un lugar que es lugar y que no lo es, y sentirme yo, mi yo más puro. Sentirme yo porque da igual cómo sea, da igual cómo me presente y lo que haga, porque voy a sentirme aceptada.
Vuelvo al parque de las palomas en el que mamá y yo pasamos tanto tiempo, aunque paso de pasada porque ya han quitado los columpios. Vuelvo a sentarme al aperitivo al sol que hacíamos con la abuela. Vuelvo a dar mi paseo favorito, y vuelvo a oler a mar y a arena, y un poco menos a crema solar porque es invierno. Vuelvo a sentir frío húmedo y el pelo se me queda liso con esta agua. He cambiado mucho. Sé que nunca viviría aquí pero sé que este siempre será mi hogar. Vamos cambiando, pero somos el lugar al que siempre volvemos. Escrito por Luisa Ripoll Alberola Fotografía: Iringó Qué difícil es amar a distancia. Y no porque sea difícil en sí. Es difícil porque amamos fácil a casi cualquiera. A veces se lo ganan y merecen nuestro amor. A veces no, y es nuestro propio amor quien nos ciega.
Amamos fácil porque amamos sin pensarlo demasiado. No solemos pararnos a analizar los atributos de una persona para ya después, si son favorables, amarle. Más bien primero amamos y después llega el torrente de pensamientos sobre las circunstancias que rodean dicho acto concreto de amor desmedido: ¿Le gustaré yo tanto como me gusta a mí? ¿Había alguna intención en lo que me dijo ayer? ¿Mirará a alguien más con la mirada tan especial que me dirige? Amamos tan fácilmente que amamos tantísimo, incluso cuando las circunstancias no son las idóneas y nos hacen daño, y echamos de menos. Y es algo que no podemos elegir. Solo podemos decidir cómo gestionarlo. A veces me descubro a mí misma contando los días para volver a verte, y me odio un poquito por ello, porque contar días como lentejas los hace así, pequeñitos, planos, ordinarios, cuando podría dedicar ese día a quererte un poquito más y/o de una manera más sana para ambos. Porque tú no has elegido que estemos lejos. Ni yo tampoco. Los dos nos merecemos estar tranquilos, estables, y contentos en lo posible con una situación que no podemos cambiar. Aún. He visto a un padre llorar en un autobús, en la nada, tras colgar la videollamada de su hijo pequeño que no dejaba de preguntarle: "¿Dónde estás?". He visto pelis científicas en las que uno de los protagonistas se pregunta en qué dimensión está el amor, si no puede encajarse en el espaciotiempo y si como humanos podemos continuar amando a los muertos, lo cual no tiene aparentemente ninguna función social. He leído y leído a poetas con tres heridas: la del amor, la de la muerte y la de la vida, y me han transmitido su amor a las letras y la sonoridad pausada a través de los siglos. ¿Qué clase de fuerza cósmica es el amor? ¿Qué nos esconde? ¿El amor nos controla? ¿Somos unos descontrolados cuando amamos? ¿Qué nos esconde? |
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