Escrito por: María Isabel Giraldo Fotografía: Alejandra Rodríguez Volando he aprendido a ser libre. Allá arriba, 10 metros sobre el suelo, me siento a kilómetros de distancia de mis miedos. Nada puede tocarme. Allá arriba, dependo de mí. Mi vida está, literalmente, en mi manos. Eso me asusta, me ata a mí misma, me hace responsable y dependiente a la vez. Extrañamente, me hace sentir más libre. Duele, claro que duele. Es ese dolor que elijo y abrazo, que recibo amorosamente pues me hace más yo, me lleva a límites que no conocía, me estira. Allá, bailando entre colores, jugando con mis brazos, y piernas, dando vueltas, armando figuras, soltando, cayendo y subiendo… soy consciente de mi cuerpo y de mi alma, de mi vuelo.
Arriba me descubro y me libero. Veo el mundo pequeñito a mis pies e imagino acercándome un poco más al cielo infinito. Lo toco. Al poner los pies en la tierra, me llevo conmigo el nuevo trocito de libertad que encontré al volar. Soy un poco más libre.
0 Comentarios
Escrito por Luisa Ripoll Cuadro de Joaquín Sorolla Vuelvo en mí porque vuelvo de estar con los que me han conocido siempre. Y ellos vuelven en ellos porque yo también les conozco en profundidad. Volver a un lugar que es lugar y que no lo es, y sentirme yo, mi yo más puro. Sentirme yo porque da igual cómo sea, da igual cómo me presente y lo que haga, porque voy a sentirme aceptada.
Vuelvo al parque de las palomas en el que mamá y yo pasamos tanto tiempo, aunque paso de pasada porque ya han quitado los columpios. Vuelvo a sentarme al aperitivo al sol que hacíamos con la abuela. Vuelvo a dar mi paseo favorito, y vuelvo a oler a mar y a arena, y un poco menos a crema solar porque es invierno. Vuelvo a sentir frío húmedo y el pelo se me queda liso con esta agua. He cambiado mucho. Sé que nunca viviría aquí pero sé que este siempre será mi hogar. Vamos cambiando, pero somos el lugar al que siempre volvemos. Escrito por: Marta García Fotografía por: Henri Cartier-Bresson Dieciocho de repente. Has dejado de buscar. Y aunque debería, no es porque hayas entendido eso de que “el amor se encuentra y no se busca”. Es que estás cansada. Cansada de ser esa chica de dieciocho años que no ha tenido un momento romántico en su vida. Cansada de ver parejas entre tus compañeros. Cansada de preguntarte sin parar “¿por qué ellas y yo no?". Cansada de plantearte si hay algo malo en ti. Cansada de ser la chica en la que nunca se ha fijado nadie. Y cuando miras a ese primer chico, ruegas internamente para que se declare de una vez a tu amiga porque están hechos para el otro. Y cuando conoces a la novia del segundo chico te encanta y es una amiga maravillosa…
Cuando el verano acaba no tienes novio, no has dado tu primer beso, ni siquiera os habéis dado la mano, nada ha cambiado. ¿Molesta? Algo. ¿Duele? Un poco. Pero ya no importa tanto. Porque aunque sueñes y desees un amor romántico, vives rodeada de otros amores. Tus amigas se han dado cuenta de lo que te pasaba y han suplido esa falta con su amor. Tus amigos te han visto al margen cuando todos bailaban con sus parejas y te han sacado a bailar entre todos. Tu madrina te ha escuchado, te ha aconsejado y te ha contado sus historias. Y resulta que no eres la única, ni la primera, ni la última en sentir eso. Sonríes. El amor tiene muchas caras. Escrito por: María Palos Pereira Fotografía: vía Tumblr Llevo un tiempo sin vivir en casa. Y ahora, estoy de nuevo introduciéndome en la vida familiar.
Mi abuelo se echa la siesta veinte minutos después de comer y antes de volver a trabajar. Y mi hermana siempre le prepara su medio vaso de café con leche cinco minutos antes de que se levante. Él lo agradece muchísimo, se lo toma, y se marcha a trabajar. Hoy mi hermana no está. Y a mi me hace ilusión prepararle a mi abuelo el café. Tontamente, me asaltan mil dudas, y de pronto parece que me cuesta más preparar este vaso que sacar mi doble grado. Medio vaso de leche. Pero, yo lo he visto a veces, y me parecía mucho más pequeño. Más bien como un cuarto. Y, ¿Cuánto café le gustará? No sé si acertaré al calcular la proporción de café para tan poquita leche. Lo mismo con el azúcar. Nunca había visto tanta ciencia en la preparación de un café. Qué bonito es pensar que, a hacer actos concretos de amor, se aprende. Fotografía y escrito por Teresa García de Santos El salón de mi casa es precioso. Tiene una de las mejores vistas de Madrid, dos cuadros pintados por mi madre y una biblioteca con cientos y cientos de libros ordenados cuidadosa y alfabéticamente por mi padre. Y sin embargo, yo querría hablaros de un pequeño rincón compuesto por cuatro enchufes, dispuestos dos arriba y dos abajo. Nunca había reparado en ellos hasta este año. ¿Y qué tienen de especial? Que ahí - en esos cuatro enchufes - nos jugamos el amor. Lo más cómodo es apropiarse del enchufe más alto y más cercano. Es el que yo siempre cogía. Hasta que vi a papá. Se agachaba un poco más para dejar, precisamente, ése libre. Aluciné. Papá aprovechaba hasta un insignificante enchufe para amar. Qué locura de corazón. Que locura que sea mi padre.
Escrito por Teresa García de Santos Fotografía: Louis Faurer Mi corazón es extraño. Despierta en la oscuridad de la noche. En la soledad de mi cama. Pero no lo hace poco a poco. No se toma su tiempo para levantarse. No. De golpe se quita la sábana, el edredón y la colcha. Y se pone en pie. De un salto. Y en vez de las zapatillas de estar por casa escoge los tacones. A mi corazón no le gusta pasar desapercibido, sino hacer ruido. Que se le oiga bien, que se le escuche mejor. Y como comprenderéis, nunca habla en susurros. Mi corazón por las noches, especialmente, grita. Grita porque no quiere ser admirado, sino elegido y querido. Tal como es, incondicionalmente y hasta en el más mínimo detalle. Grita porque quiere ser correspondido. En todo su deseo. Grita porque siempre quiere más. A veces tengo la tentación de acallarle. Intento contarle un cuento para que se vaya a dormir. Y la situación solo empeora. Quizás tengo éxito un día, pero al siguiente lo hace con más fuerza. Así que últimamente he optado por dejarle gritar. Y no parece cansarse de ello. ¡Menos mal!
Mi corazón es extraño, lo sé. Aunque sé que no es el único. |
Categorías
Todo
|