Escrito por: Sylvia de Carlos Fotografía por: Eva Besnyö Por la noche, en silencio y a oscuras es cuanto más te siento. Al final de la jornada, estudiando, al llegar a casa, en el metro, en las calles vacías... ahí estás esperándome.
Y todos los días vienes a saludarme, unos días es un saludo largo, otros corto, otros es un saludo afable, y otros es tormentoso, contigo casi nunca se sabe. Eres una mezcla de sentimientos, que me invade y que vive en mi. A veces me paralizas... y eres una lucha interna. Pero que bonita lucha, cuán necesaria eres. Cuanto te he querido y odiado a la vez. Muchos te detestan, te evitan... y otros muchos te anhelan. ¿Pero sabes qué? Qué no sabría, ni podría vivir sin ti, y a la vez es que no quiero estar sin ti. Porque te necesito, porque eres una parte esencial en mi ser. Porque haces que descubra cosas que yo misma quiero negar. Y a la vez haces que quiera sacar toda la belleza de mi ser. Te pido por favor que no me dejes nunca, Soledad.
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Escrito por: Marina Sánchez Fotografía: Martine Franck Mamá, papá, he conocido a alguien.
Llevaba tiempo vagando por el mundo rota, a medias, sintiendo utópica la posibilidad de encajar. Pero hace unos meses me topé con la otra pieza del puzle, y al hacerlo comprendí que si hasta ahora he estado rota, ha sido para que me pudiese entrar su luz. Porque es de esa clase de personas que brilla y, así, recompone. Mamá, papá, he conocido a alguien que sonríe hasta con los ojos. Yo, que vivo aferrada a mi coraza, a mi silencio. Que hablo por los codos y por todas mis extremidades, pero a la hora de expresar cómo siento o qué llevo dentro, las palabras son lo único que no encuentro. Yo, que ya no sé vivir de otra forma si no es alerta, presta para que no me hagan daño, he conocido a alguien a quien le han bastado menos de dos semanas para romper hasta la última de las defensas que me quedaban. Hay personas con las que el tiempo se ralentiza de tal forma que no ves el momento de que pasen las horas y acabe. Pero también hay personas por las que te interpondrías entre las manecillas del reloj para que fuese precisamente el tiempo el que no pasase. Ella, rápidamente, ha entrado a formar parte del segundo grupo. Pero ha hecho algo más, me ha descubierto otro tipo de personas, aquellas con las que el tiempo es relativo, pues ahora siento como si llevásemos siendo lo que somos, ella y yo, desde hace muchos años. Ayer estábamos en mi cuarto, como tantas otras tardes, hablando de todo y de nada. Haciendo lo que mejor sabemos, escucharnos. Pero también disfrutando de nuestros silencios, que no es fácil. Ella estaba feliz, por una razón que probablemente con el tiempo no recuerde. Lo que sé que no se me olvidará fue la sensación que tuve, pues me alegró tanto verla así que, por un momento, sentí que su felicidad era también la mía. Creo que fue ahí cuando decidí poner todo mi empeño para conservarla en mi vida. Porque he conocido a una persona de las que ya no quedan, y me ha devuelto cosas que sentí cómo me quitaban hace tiempo. Se llama Marilé, y espero que algún día la podáis conocer más allá que a través de mis ojos. Escrito por: Sylvia de Carlos Pensé que conocía a mis amigas, y que curioso... cada día descubro algo nuevo en ellas. Un detalle, un defecto, una manía, una virtud. Pasar tiempo con cada una, que me cuenten sus alegrías, sus tristezas, sus problemas. Pensé que jamás diría esto: que bonito es pensar que yo formo parte de ellas y que ellas forman parte de mi. Sentirse correspondida. Que soy quien soy gracias a ellas. Que nos complementamos, que nos juntamos y que sé que tengo un hombro donde llorar, donde reír, donde disfrutar, donde recomenzar. En definitiva, un lugar donde ser yo. Y un yo en mayúsculas, porque no tengo que tapar mis heridas, no tengo que fingir alguien que no soy, no tengo que maquillarme. Pensé que las amigas eran algo accesorio, pero he descubierto que son algo esencial. Son un regalo. Y no quiero dejar de desenvolver ni un solo día. Siempre he pensado que lo mejor que puedes dar al otro es tu tiempo. Yo no quiero malgastar ni un solo minuto. Quiero redescubrir cada alma.
Estos son algunos de los libros con los que compartimos inquietudes quienes hacemos Punto de Encuentro. RecomendamosLas palabras de nuestro querido Jesús Montiel nos acompañan desde la creación de Punto de Encuentro y acudimos a ellas con frecuencia. Sus escritos semanales y los libros que aquí recomendamos -Sucederá la flor; Casa de tinta- gradúan la vista, despiertan lo inmóvil y reparan las heridas. El escritor granadino deja el sabor de una alegría que perdura, de un sufrimiento que aligera y de un amor que libera. Autorretrato con radiador iba a ser el regalo para nuestro ponente del café de la felicidad, pero terminó convirtiéndose en el libro al que acudir -cada día- en la cuarentena. Christian Bobin vive del silencio, de la contemplación, de los rayos de luz y de la compañía de las flores. Tiene predilección por la sencillez, la desnudez, la dicha, la belleza y las preguntas. En sus páginas pueden encontrarse poemas, reflexiones sobre el amor, la apariencia, los niños y la muerte, e incluso alguna que otra recomendación musical. Sorprende en cada una de sus palabras y nos descubre la vida cotidiana como fuente de profundidad. Y además - sin pretenderlo- educa en la paciencia y la pausa, pues su diario exige ser leído sin ser devorado. Llegó a nuestras manos en el momento adecuado y lo ponemos en las vuestras en otro igual de idóneo. Los ojos del hermano eterno forma parte de la colección de brevísimas -y siempre entretenidas- novelas escritas por Stefan Zweig. En ella narra la historia de Virata: un hombre que, tocado por la mirada de su hermano, no cesa en la búsqueda de su lugar en el mundo, de su vocación. Así irá desempeñando distintas ocupaciones y con ello surgirán retadoras preguntas, complicados dilemas e interesantes reflexiones sobre la libertad, la justicia, la paz o el bien. Con Alessandro D'Avenia nos sucede lo mismo que con Jesús Montiel: le recomendamos a él. Cuenta con un ensayo -El arte de la fragilidad- y tres novelas - Blanca como la nieve, roja como la sangre; Lo que el infierno no es; Cosas que nadie sabe- traducidas al castellano. Y aunque cada una aborda una temática diferente, el escritor italiano deja su impronta en todas ellas: amor, amistad, sinceridad con uno mismo, vulnerabilidad ante el otro, infinitud de preguntas, toma de decisiones, maestros que ayudan a crecer, referencias a clásicos italianos. Alessandro D'Avenia tiene el don de calmar el corazón con sus palabras, al mismo tiempo que lo educa y despierta. La peor parte es un libro escrito para guardar la memoria de la persona amada, Sara Torres Marrero, con la que Fernando Savater compartió treinta y cinco años. "La muerte de mi mujer, del amor de mi vida, del amor en mi vida, de mi amor a la vida". Es un libro íntimo, en el que el filósofo se muestra más humano. Su amor por Sara da testimonio de que "el amor siempre es zozobra y contradicción, una forma de sufrir que nos autentifica más que cualquier placer". Una pena en observación sigue el hilo del libro de Savater, pues el tema central del mismo es la muerte de su amada: Helen ("H"). Escrito desde una tremenda sinceridad, una radical humanidad y un desgarrador dolor, C.S. Lewis se pregunta por el lugar en que ella se encuentra, el porqué de su ausencia, de un amor interrumpido por la muerte y de un Dios que calla ante lo ocurrido. El escritor inglés abre su corazón al lector y pasa a ser voz y compañía de aquellos que lloran la pérdida de un ser querido. El arte de amar es un ensayo extraordinario sobre el amor. Idóneo para profundizar en el tema y hacerte preguntas. Fromm nos dice: "Si amo realmente a una persona, amo a todas las personas, amo al mundo, amo la vida". "El amor comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales". "Las personas egoístas son incapaces de amar a los demás pero tampoco pueden amarse a sí mismas". "El amor es un acto de fe y quien tenga poca fe tiene poco amor". "La capacidad de amar exige un estado de intensidad, de estar despierto, de acrecentada vitalidad, que sólo puede ser el resultado de una orientación productiva y activa en muchas otras esferas de la vida". Los Senderos del mar es una invitación a sumergirse por algunos paisajes de la costa vasca a partir de las evocaciones de su escritora, una voz lúcida y sensible a la belleza que describe las tonalidades del clima mientras dialoga con otros autores de la literatura y la filosofía para indagar en el corazón humano. El viaje se va tejiendo así poéticamente como una experiencia espiritual y una lectura climática y llena de aprendizaje para cualquier peregrino de la vida. Nos recomiendanNovelas Clásicos
Escrito por: Marta García Cuando empezó esto, algunos decían: "ahora que tenemos más tiempo...". Pero yo no he tenido más tiempo, no con clases y trabajos de la uni. No he descubierto mi futuro, no he terminado un solo retrato y desde luego no he leído todo lo que me gustaría haber leído. Pero he descubierto algo mucho más precioso que todo eso. He descubierto a mi hermana.
Resulta que se ha leído los mismos libros de Tea Stilton unas treinta veces para no pedir más. Y tiene buen oído para la música, tanto que ha sacado canciones sin partituras en el piano de suelo. Se le da bien el ping-pong y se ríe sin control cuando se pone nerviosa. Creo que nunca habíamos jugado juntas al ping-pong en la mesa del salón. Por primera vez, me he parado delante de la estantería para darle unos libros que leía yo con su edad. Hacía mucho tiempo que no la peinaba por las mañanas. Le he enseñado a dibujar a carboncillo y ella me ha prestado sus acuarelas, aunque soy una negada. Hemos comido juntas todos los días, algo que con las clases solo ocurría en fines de semana. Al final, esto ha tenido algo bueno. Ahora conozco, más que nunca antes, a la niña que duerme a mi lado, y resulta que cuando conoces a los que te rodean, descubres un tesoro. Escrito por: María Palos Pereira Confieso que en ocasiones me resulta difícil vivir en el presente.
A veces me descubro a mi misma recordando momentos u ojeando mi galería de fotos y fascinándome con cosas que tal vez ya había olvidado. Abro mi caja de recuerdos y descubro millones de postales y cartas, entradas a conciertos o eventos, corchos de botellas que me recuerdan a ocasiones especiales, billetes de avión, dibujos... Pienso en lo que fue y en cómo estarán aquellos con los que perdí el contacto, e incluso me planteo cómo sería mi vida si hubiese elegido otra cosa cuando tomé aquella decisión. Otras, sin embargo, me pierdo en el tiempo futuro. Navego entre las posibilidades, batallo contra la incertidumbre y cuestiono cada cosa hasta darle la vuelta al universo. Imagino y sobrevuelo. Me maravillo pensando en todas las oportunidades que regala la vida, y anhelo tener mil vidas para poder aprovechar todas ellas. Sin embargo, hay una cosa que me trae de vuelta y que me hace admirar el presente: mis amigas. Cuando estoy con ellas y río hasta llorar, me doy cuenta del valor del ahora. Cada vez que veo como se les iluminan los ojos hablando de lo que les fascina, me maravilla la suerte de tenerlas. Sentadas hablando de todo y de nada, disfruto de vivir hoy. Ahora. Con ellas soy consciente de que la vida pide a gritos que se viva intensamente. Y cada vez que reflexionamos juntas sobre lo que hemos cambiado y cómo hemos llegado a donde estamos, concluyo diciendo que la vida es impredecible, y que es cambio. Y entonces me doy cuenta de que estar en el presente es un regalo. María Hidalgo Múgica trabaja desarrollando el potencial de las personas, formando y facilitando procesos en empresas y organizaciones, basándose en cuatro pilares esenciales: la Ontología del Lenguaje, la Atención Plena, la Inteligencia Emocional y el Proceso Corporal Integrativo. Tiene una trayectoria profesional de lo más diversa, pero todavía es mucho más interesante lo que María es: su sabiduría y humildad, su escucha presente y alegría. La conocimos porque es mi coach en el programa Factoría de Talento y ha sido todo un descubrimiento. Con María aprendo a confiar en mí, a mostrarme y estar en paz con lo que soy. Gracias a María creo que aquel que busca de verdad, acaba encontrando. Por ello le estoy tremendamente agradecida y queríamos que la pudierais conocer mínimamente a través de esta entrevista. En ella nos comparte su experiencia sobre cómo habitar el caos, nos habla del lujo de estar presentes en el tiempo, nos invita a abrir el corazón a la imperfección y querer lo que somos, reflexiona sobre la difícil tarea de escuchar verdaderamente, y nos cuenta cómo mira la muerte desde lo pequeño y habitual. Esperamos que lo disfrutéis y que os ayude como a nosotras. ¿Cómo vivir el desconocimiento, la falta de claridad, el caos de la vida? Empezamos bien, directas al meollo. ¡Buena pregunta! Mi experiencia de vida me ha ido mostrando que todo cambia todo el tiempo. Impermanencia que le llama el budismo. Pero… muchas personas creemos que tenemos el control, que nuestros planes se cumplirán. Cuando, en realidad, estamos en manos de la vida. Como nos ha demostrado la crisis de la Covid- 19, en cualquier momento puede pasar de todo. He ido aprendiendo, y sigo en ello, a confiar en que la vida siempre trae para mí lo que necesito, aunque en el momento no lo entienda. Ahí es cuando se disuelve el concepto de caos como algo negativo. Poco a poco voy consiguiendo que la falta de claridad de lo que ocurre fuera me vaya afectando cada vez menos, ya que internamente confío y sé qué es lo importante para mí. Y cuando veo que mi mente se me empieza a ir de las manos, paro, respiro, siento y vuelvo a confiar. Escribes en tu artículo Corre, corre, corre... que has descubierto que puedes ir más rápido de lo que pediría tu cuerpo pero a la vez sin tensión, ¿a qué te refieres? Necesitamos la tensión para vivir. ¡Si no no nos levantaríamos de la cama! Los músculos necesitan pasar de la relajación a la tensión en ese gesto cotidiano de levantarnos. En los tiempos que nos ha tocado vamos más rápido que nunca en la historia de la humanidad. La tecnología ha acelerado tanto nuestra vida que en cada cosa que hacemos estamos pensando en la siguiente, El pensamiento se adelanta y, por lo menos a mi me pasa, mete prisa para acabar esto cuanto antes y pasar a lo siguiente. Esto me genera mucha tensión, porque no estoy en lo que estoy, sino en lo que estaré. He descubierto que puedo hacer algo rápido sin el exceso de tensión de querer hacer lo siguiente, simplemente estando presente en lo que estoy en ese momento. Una cosa es la sensación de rapidez, llena de tensión, y otra es el tiempo real que le dedico a algo. Escribe Jesús Montiel en su artículo Perdamos el tiempo: Igual que una habitación descubre sus dimensiones tras despejarla de muebles, el tiempo, si nos dedicamos a no hacer nada, se revela suficiente. Aunque se sabe la manera de multiplicarlo, está en peligro de extinción. El verdadero tiempo. El único requisito es no hacer nada, algo más difícil que hacer muchas cosas. Dicho con otras palabras, la calidad aparece cuando se aparta la cantidad, una vez restamos. Si esa tarde me hubiera dedicado a mis cosas, la sensación habría sido la de la falta de tiempo. Me habría acostado con un corazón más duro, sin saber que más allá del propio ombligo, todos los días, ocurre el génesis. ¿Cuánto tiempo está bien perder?, ¿qué es y qué no es “perder el tiempo”? Quizás lo que hay que revisar es la idea de “perder” el tiempo, tremendamente productivista. Nuestra vida es mucho más que producir, invertir, aprovechar, gestionar… conceptos que se asocian mucho al tiempo. En todo momento somos y esa es la riqueza, el lujo de ser en el tiempo. Porque un día se acabará, dejaremos de ser. Así que si tuviera que decir cúal es el tiempo más valioso para mí diría que es el tiempo en el que soy consciente de estar viviendo. Este tiempo puede ser trabajando, estando con mi gente, estando en la naturaleza, abrazando a alguien, escuchando música… No es lo que hago, sino el hecho de ser consciente de que estoy viviendo y que algún día no viviré. Queremos al otro imperfectamente y, de la misma manera, somos imperfectamente queridos. Y ambas limitaciones nos duelen. ¿Cómo vivir con ello? Me sale contestar a esta pregunta con otra pregunta: ¿Qué es querer imperfectamente? Querer a alguien no significa que te guste todo de esa persona. Si me remito a cómo me quiero yo, hay cosas de mí que no me gustan y, aún así, me quiero (estoy en proceso). Mi tarea es aceptar que hay aspectos que no me gustan y aceptarlo. Querer mi lado oscuro también, aunque no me guste. Pasa lo mismo con los demás. Nos exigimos algo imposible cuando pretendemos querer sin comprender que somos personas imperfectas, con luz y sombra. Abrir el corazón a la imperfección a mi me ha ayudado a rebajar expectativas sobre cómo querer y que me quieran. A simplemente querer con humildad. La calidad de nuestra escucha es, en general, bastante deficiente. Como escribes en tu blog, la empatía es una actitud difícil que mucho pensamos tener y no tenemos. ¿Cómo escuchar al otro? ¿Cómo acompañar verdaderamente en el sentimiento? Para mi escuchar de verdad al otro significa estar abierta y dispuesta a que el otro pueda influir en mi. Significa estar en lo que esa persona me cuenta, no en mi interpretación de lo que me cuenta ni en mi respuesta. Acompañar en el sentimiento es acoger lo que la otra persona siente, desde el respeto, aunque me resulte incómodo. Conectando con lo que siente, sin pretender aleccionar, aconsejar, responder, explicar, justificar… Sólo con estar presente, acoger y mostrar apoyo con la mirada, con el gesto, con el silencio. Una vez hecho esto puedo preguntar “¿qué necesitas de mi?” y ahí se abrirán posibilidades para acompañar en el sentimiento como la otra persona quiera, no como yo quiero acompañar. ¿Qué es lo que más temes? ¿Cómo vives ese miedo? ¿Que es para ti ser libre? Con el paso del tiempo he vivido muchas experiencias a las que les tenía miedo, mucho miedo. No es que no hayan sido para tanto, sino que el miedo a veces me las pintó demasiado catastróficas. Aprendo cada día a escuchar al miedo, veo de qué me avisa, vivo con él. Cuando se intensifica, como, por ejemplo, si pienso en que la agresividad y la ira desbocada se propaguen por el mundo de manera descontrolada, respiro y me anclo al presente, donde eso no sucede. Dirijo mi mente al aquí y ahora. Ser libre es una conquista interna. De nuevo, desde mi punto de vista, tiene que ver con querer lo que soy, permitirme ser quien soy, haga lo que haga, esté donde esté . ¿Qué nos enseña la muerte? ¿Cómo te enfrentas a ella? Un tópico, pero nos enseña la vida, que cada día es precioso. Me imagino que en esos momentos finales revisamos nuestra vida y concluimos si hemos vivido en coherencia o no, en amor o no, en presencia o no. Miro la muerte de manera recurrente. Siento las pequeñas muertes de cada día, cada época de mi vida. Así, desde lo pequeño y habitual es como la encaro. De vez en cuando pienso “si me muriera ahora, ¿qué sentiría, qué pensaría?” ¿Cómo te apetece terminar esta entrevista? Con liviandad, sentido del humor, arte, placer, disfrute y con un brindis por todas las personas que queremos crecer. Escrito por Luisa Ripoll Fotografía: Hiro Goto Actualmente nos relacionamos de una manera un poco artificial. Cada uno está en su casa, muchas veces alejadas entre sí. Se concuerda por redes sociales un horario que encaje en la vida de ambos conocidos. Se queda en un punto intermedio, completamente alejado de la realidad cotidiana de ambos, convirtiéndose quedar con amigos en salir de la rutina. Se valora llegar con puntualidad francesa, para no hacer perder el tiempo. El punto de queda es una boca de metro, o un lugar llamativo. Una vez reunidos nos dirigimos a una cafetería donde nos sentamos frente a frente, perdiéndonos en hechos, durante un tiempo aproximado preestablecido, gastándonos dinero, como si nuestra amistad costara eso, los 4 euros de un frappé. Y nos sentamos hasta que se agota la conversación porque ya te he puesto al día de cómo va mi vida, y nos quedamos sin palabras frente a frente, sintiéndonos incómodos ante el silencio por mucha confianza que haya o que hubiera, y sacando otro tema de conversación nimio. Y sólo haciendo eso voy compartiendo mi vida contigo.
Escrito por Lucía Sánchez Fotografía: Sergio Larraín A veces padezco exceso de control y autoexigencia, pierdo la paciencia —también conmigo—, quiero acabar con las emociones desagradable —las mías y las de los demás—, juzgo al otro sin comprenderlo. A veces me puede la comodidad o el miedo y me escondo. A veces me avergüenzo de mi yo más genuino y me traiciono. A veces intento vencer mi soledad y no lo consigo. Pero otras sí. A veces soy descubierta, desarmada, querida, abrazada, perdonada. Esas otras veces doy gracias por no ser perfecta. Doy gracias por mis fallos porque, si bien a veces me separan profundamente de mi verdadero camino y de las personas que más quiero, otras me unen como nada más pudiera hacerlo. Mis imperfecciones me permiten conocer el perdón, clave del amor y de la libertad, recordándome que, tal y como soy, soy digna de ser querida. Mi amiga Meri me enseñó: «los errores son base de nuestro aprendizaje y cuna de la reflexión. Ejemplo de humanidad y, por tanto, de belleza. Porque no hay nada menos humano, y menos empático, que no cometer errores».
Fotografía: Eva Rufo David Testal se dedica de forma autodidacta al permanente estudio del ser humano, enfocado sobre todo en la percepción onírica y en la narración mítica como creadora de realidades personales y colectivas. Además de escritor y cineasta, lleva inmerso veinte años en una profunda investigación psicológica a través de sus consultas privadas de Tarot, y es asesor en procesos artísticos y en estrategia discursiva. Actualmente da forma a su segundo libro y, partiendo de una serie de siete talleres de pensamiento que llevaba tres años impartiendo, ha creado la No-Escuela de Alta Magia y Libertad, la cual propone unir todas sus investigaciones en una enseñanza en continuo desarrollo, enfocada en la responsabilidad del individuo y en su capacidad para crearse un alma libre. Acudimos a su encuentro con gran ilusión por conocerlo e intrigadas. Y descubrimos a una persona muy libre en su manera de mirar la vida, que nos escuchaba atentamente y no perdía su alegría cuando había incomprensión, Gracias, David, por tu tremenda generosidad con nosotras. Fue un placer conocerte y poder profundizar sobre la vida con tu ayuda y hacernos preguntas. Esperamos que vosotros también lo disfrutéis. En tu vida, ¿qué crees que es lo que más te hace libre? ¿Y cómo ha afectado el confinamiento a tu libertad? Para mí la libertad no tiene que ver con las aparentes limitaciones externas, sino con nuestra forma de pensarlas y con nuestra respuesta a ellas. Si tuviese que ver, sería imposible ser libre, puesto que para empezar tenemos un cuerpo humano, una biología determinada y unas determinadas circunstancias en cada momento. La libertad que más me interesa es la que se ejerce dentro de esos límites inevitables, la voluntad que sabe responsabilizarse y transformar cualquier circunstancia en algo útil. Por eso no puedo responder a qué me hace libre, pues nada puede hacerme libre, sólo yo puedo ejercer o no mi libertad. O dicho de otra manera: lo que me hace libre es esta idea de libertad a la que decido atenerme. Así entendida la libertad, ni siquiera si me metieran en la cárcel podrían arrebatármela. El confinamiento en todo caso me ha servido para estimularla. Desde niño he pensado así, quizás por ser hijo único y tímido, lo que me ha hecho que tuviese que aprender a disfrutar estando solo y a ejercitar profundamente la imaginación. Cada vez que me encuentro con unos límites, intento no gastar ni un ápice de energía en lamentarme por habérmelos encontrado, y me dedico a utilizarlos de la forma más benéfica posible. Y eso he tratado de hacer. Con todo esto no quiero decir que sea conformista y dócil, más bien todo lo contrario, ni que me desentienda de la injusticia que supone que otros pretendan arrebatarnos nuestra libertad. Pero si la concibes tal y como he explicado, te sentirás mucho más fuerte a la hora de enfrentar las amenazas, pues sabrás siempre que por mucho que logren limitarte, jamás tendrán poder real sobre ti. Y al sentirte interiormente más libre, serás mucho más efectivo combatiendo a cualquiera que pretenda interponerse en tu camino. Siempre recuerdo algo que cuenta Antonio Escohotado sobre lo que decidió hacer cuando lo metieron en la cárcel. Pidió al parecer que lo llevaran a una celda de aislamiento. Allí escribió su Historia General de las Drogas que lo hizo famoso en todo el mundo. Utilizó unos límites impuestos a su favor, utilizó un encierro para expandirse. Eso es para mí ser libre. ¿De qué eres o has sido en tu vida más esclavo? De mi vehemencia y mi a veces estúpida rigurosidad. Digo “a veces” porque también me ha servido para pensar mejor, al igual que la vehemencia me ha servido a veces para expresarme mejor. Pero en muchas ocasiones no he sabido dominarlas y me han hecho ser brusco o injusto con las personas que más quiero. También me ha dolido desde niño sentir que no me escuchaban, no por indiferencia, eso no me importaba, sino cuando detectaba que no sabían responderme y dejaba de interesarles escuchar. Hay quienes prefieren huir antes de admitir una derrota, eso me sacaba de quicio. Cuando discutía con un adulto, yo lo perseguía por toda la casa, no consentía que rehuyera el debate. Era un poco insoportable. Y aún hoy, en discusiones íntimas, a veces me cuesta soltar la yugular. Conforme pasan los años, los tengo más domados, pero estos son mis caballos salvajes. ¿Podemos llegar a ser libres dadas nuestras limitaciones?, ¿nuestras limitaciones nos determinan?, ¿qué libertad podemos conseguir? De alguna manera, ya os he respondido a esto en la primera pregunta. No nos determinan nuestras limitaciones, sino lo que decidimos hacer con ellas, lo que aprendemos de ellas. No se trata de si podemos o no ser libres dadas nuestras limitaciones, pues es sólo dentro de nuestras limitaciones donde podemos ejercer nuestra libertad, y donde gracias a ejercerla podemos ir expandiendo a su vez esas limitaciones. Si sabemos utilizarlas a nuestro favor, entonces podemos incluso ser más libres gracias a ellas. Dice André Aciman que lo mejor de la vida es la intimidad: “Es lo que recuerdo, lo que anhelo, lo que elogio en la vida: cuando estás casi -nunca puedes estarlo totalmente- en la intimidad con alguien. Pero sois casi uno, sois la misma persona. Y eso es un sentimiento maravilloso, porque no hay desconfianza, no hay vacilación, no hay represión. Nada. Todo está abierto. Y es un sentimiento liberador, un sentimiento maravilloso: sentir que no tienes de qué avergonzarte”. ¿Cómo se relacionan en tu experiencia la libertad y la vulnerabilidad? Sin reconocer los propios límites no podemos sentirnos libres, puesto que, como he explicado antes, la libertad se ejerce siempre dentro de esos límites, los cuales se pueden a veces incluso expandir, pero para ello también es necesario reconocerlos antes, igual que para dejar de ser esclavo primero hay que reconocer serlo, igual que para rebelarse hay que reconocer antes el orden establecido. Si no reconoces tus límites, en vez de utilizarlos a tu favor te estrellarás contra ellos una y otra vez, y te sentirás aprisionado. Si dentro de la cárcel, en vez de sentarte a escribir un libro, te lamentas y te das cabezazos contra la pared, eres tú quien está convirtiendo en prisión lo que podrías estar convirtiendo en una austera residencia artística o en un monasterio, por ejemplo. ¿Por qué aclaro esto antes de responder? Porque la vulnerabilidad es también un límite. No somos invulnerables, podemos ser heridos de distintas formas. Eso no afecta a nuestra libertad, puesto que lo importante es cómo afrontamos y utilizamos esa debilidad, qué decisiones tomamos siendo conscientes de ella. Podemos optar por algo que sabemos que puede herirnos y estar dispuestos a asumir las consecuencias, o podemos decidir protegernos y no arriesgarnos. Ser libre no es ser invulnerable, es asumir la responsabilidad de arriesgarte o no, habiendo reconocido la propia debilidad. Lo cual, paradójicamente, te fortalece y te hace menos vulnerable. Por otro lado, y en cuanto a vuestra cita, la primera intimidad para mí ha sido siempre conmigo. Considero peligroso depender de ese encuentro con alguien para sentir esa íntima liberación, porque entonces algo en ti temerá siempre perder esa libertad si esa persona un día no estuviese. Es estar esclavizado a una relación que nos hace sentir libres. Sin embargo, si yo me siento libre sin necesidad de encontrarme íntimamente contigo, aportaré mi libertad a nuestra relación si nos encontramos, no te impondré mi dependencia, y ambos nos sentiremos más libres. Soy yo quien tiene que perder la vergüenza ante mí, para ir con la vergüenza ya perdida me encuentre con quien me encuentre. ¿Es posible liberarse del deseo de ser querido?, ¿o es reconociéndose querido cuando se hace posible la libertad? El deseo de ser queridos es inherente al ser humano. Sin afecto nos morimos. Ese es uno de los límites que hay que reconocer para ejercer la libertad. Ahora bien, es imposible ser libre si mendigamos amor. Buscar ser queridos suele conllevar ser menos queridos, pues solemos rehuir a las personas dependientes que anhelan que las queramos. Son un incordio. Para sentirnos libres debemos ser valientes y actuar en coherencia con quienes somos, pese a quien pese. Eso requiere estar dispuestos a perder el amor de todos aquellos a quienes estamos evitando molestar. Y es entonces, sin embargo, cuando nos encontramos con el amor de aquellos con quienes nos sentimos libres. De hecho, las personas que nos retiran su afecto cuando nos atrevemos a ser quienes somos, en realidad no nos querían, querían a la persona que estábamos fingiendo ser, no a nosotros. Así que no, no es posible liberarse del deseo de ser querido en abstracto, pero es posible liberarse del deseo de ser querido por determinadas personas. Si quieres ser querido por aquellos cuyo amor no afectará a tu libertad, debes estar dispuesto a que te dejen de querer aquellos cuyo supuesto amor temes perder. ¿Hasta qué punto es posible sentirse bien cuando nos sentimos verdaderamente solos?, ¿cómo se relacionan la libertad y la soledad en tu experiencia personal? Para mí la soledad, el hacer de ella mi paraíso, ha sido el pilar fundamental de mi libertad. Desde niño he estado mucho tiempo solo. Siempre prefería el refugio de mis libros, de mi música, de mis construcciones y mis dibujos, de las películas que inventaba y en las que interpretaba todos los personajes. Siempre he preferido los juegos solitarios a los juegos de equipo, y me incomodaba y aburría competir con otros. Sin embargo, organizaba yo solo partidos de fútbol en mi habitación con una pelota de tenis e imaginaba ser cada jugador de ambos equipos enfrentados. Y cuando murió mi abuelo, que era con quien jugaba al ajedrez, comencé a jugar partidas contra mí mismo. Esta independencia largamente ejercitada, sumada a que siempre me sentí querido y respetado a la hora de vivirla, me vacunó de alguna manera contra la búsqueda de aceptación. Incluso me he sentido siempre mejor apartándome de los grupos, que siempre he percibido como rebaños que intentaban vampirizarme. Cuando me preguntan cómo puedo mantenerme tan libre, siempre respondo: porque no te necesito. Y precisamente porque no te necesito, nunca pretenderé retenerte ni chantajearte para que te sientas mal si decides apartarte de mí, y tú siempre sabrás que si estoy contigo es porque realmente quiero estar, nunca porque crea que debo estar o porque quiera utilizarte para algo. Si no te sientes bien solo, jamás te sentirás libre, pues aunque estés rodeado de gente toda tu vida, siempre sabrás que dependes de ellos, e intentarás retenerlos, y te agarrarás a clavos ardiendo para no quedarte solo, y rogarás que se queden junto a ti incluso quienes te hacen daño. Sólo quien se sentiría satisfecho estando solo está preparado para tener una relación profunda y libre con otro. ¿Cómo querer al otro libre? Si no quieres al otro libre, no lo quieres. ¿Cómo se relacionan la libertad y el perdón en tu experiencia personal? El perdón es un término interesante y peligroso en mi opinión. Se refiere a la remisión de una deuda o una pena, y por ello es contrario a la responsabilidad, te exime de ella, cuando es la responsabilidad el principal alimento de la libertad. Algunos seguro que me dirán que una cosa no quita la otra, que se puede pedir perdón y antes o después también responsabilizarse. Pero ateniéndonos al significado de las palabras, el cual tiene efectos profundos en nuestra psique, diría que sí, que una cosa necesariamente quita la otra. Si te perdonan antes de responsabilizarte, has sido eximido de cualquier deuda, con lo cual no queda nada por lo que responsabilizarse, a no ser que el perdón fuese falso. Por otra parte, si el perdón llega después de responsabilizarte, el perdón es una humillación, pues la deuda ya estaba saldada mediante tu reparación, y por tanto no quedaba nada que perdonar, ninguna deuda de la cual poder eximirte, con lo cual el perdón era innecesario. He visto cómo muchas relaciones de todo tipo resuelven problemas enquistados gracias a entender al fin esto y actuar en consecuencia. Pareciera que cuando nos perdonan nos liberan. Y lo que hacemos es contraer de hecho una deuda mayor, pues nos sentiremos obligados a perdonar mañana a quien hoy nos perdona, normalmente por cosas aún más graves de aquellas por las que nosotros hemos sido perdonados. Así el perdón esclaviza mutuamente, no restaura el orden, aun siendo lo que en apariencia busca. “Perdóname” suele significar “líbrame de la culpa para no tener que responsabilizarme”. Pero al no responsabilizarte, pierdes libertad. Personalmente nunca he pretendido esclavizar a nadie dándole mi perdón. Si alguien se arrepiente de algo que supuestamente te ha hecho, lo más generoso es poner un precio a ese supuesto daño (en forma de acción o de bien material). Un precio que simbólicamente restaure en ti el daño recibido, y que ofrezca a la otra persona la oportunidad de sentir que repara el daño, dejando la deuda zanjada también en su interior. Así se sentirá libre del daño que ha causado sin necesidad de sufrir la inútil culpa. Y si yo me arrepiento de algo que le hecho a otra persona, de inmediato trato de ofrecerme para reparar ese daño de la forma que pactemos. Responsabilizándome me libero así de toda deuda y compenso al otro su dolor, librándolo también de su peso. No lo cargo encima con mi culpa, exhibiendo lo mal que me siento por lo que he hecho, obligándolo a decidir si me perdona o no. No me interesa el perdón de nadie, me interesa si cree que puedo hacer algo por arreglarlo. Si no, tendré que asumir que esa persona no quiera volver a verme, que me odie, que piense mal de mí, que su recuerdo de mí no sea agradable. Tendré que asumirlo y marcharme, sabiendo que su perdón no serviría para nada, sabiendo que sin poder responsabilizarme por lo que he hecho, nunca podría ser libre a su lado. E igual sucede con ese “perdonarse” uno a sí mismo. Yo no tengo que perdonarme por nada, tengo que responsabilizarme de todo cuanto decido si quiero ser libre. |
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